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Andrés Calamaro acepta que este año avivó sus opiniones sobre política y los acontecimientos diarios más que nunca, pero asegura que eso no lo hace ser un líder de opinión.

De su interés en leer el periódico todos los días se decidió a escribir columnas atacando lo que él llama “el reich animalista”.

Esos temas que le han interesado en los últimos tiempos podrían ser antitaurinos (por su pasión por los toros), sobre derechos humanos o una crítica sobre la izquierda y su parte frívola.

“(Estas columnas) me convirtieron no creo que en un francotirador de la opinión, pero tampoco en un líder. Es una nueva máscara; me advirtieron ‘Andrés si publicamos esto ya no sos solamente un cantante’. Me gustó la idea y me doy cuenta que tengo el respeto de intelectuales, de toreros y delincuentes tal vez más que de lo que es la crítica rockera”, declaró.

Al vivir una temporada de cambios y elecciones que se repitieron en España, en donde residió algún tiempo, se empapó de las problemáticas de aquel país que nada tiene que ver con las preocupaciones diarias tanto de México como de Argentina.

“Hay mucha gente que no comparte un fervor patrio y no hay una unidad ni con la bandera ni como España como palabra, eso para nosotros como mexicanos o argentinos es extraño, una realidad distinta. Es posible imaginar una España dividida, no unida, es algo que está lejos de los discursos y problemas que se viven acá (en México) que hay otras cosas más urgentes como las reivindicaciones”.

El compromiso está siempre con el compositor argentino, pues sabe que el rock nació para llevar mensajes a las audiencias. Por ello quiso reivindicar a aquellos que pareciera han perdido las raíces para derramar algunas opiniones personales (como en la canción “Cazador de ateos”, la que define más rebelde) en su nuevo álbum Volumen 11, grabado entre Madrid y Buenos Aires, en donde retoma visiones nocturnas y principios acelerados.

“Este disco de ligero tiene poco; es carnívoro, ateo, apocalíptico y vampírico. Tiene acento argentino pero también tiene bastantes lenguajes de los aeropuertos, lo único que le falta es combinar tabaco y darte fuego, tiene algo de vieja escuela. No sé cuál es el perfil del rock argentino para encontrarnos reflejados cien por ciento, pero tiene una dirección”.

A la vez repasa la historia de la creación del género en su país haciendo referencias a Pappo Napolitano y Pescaso Rabioso con grandes canciones para los argentinos, sin dejar atrás a José Alfredo Jiménez y su importancia para los mexicanos o canciones inéditas que fueron creadas en los últimos meses, ya sea por la necesidad o por otros proyectos como la película El Bar, del director de cine español Alex de la Iglesia, o una colaboración con Javier Corcobado.

“Lo que espero es que sea algo que realmente la gente escucha, de donde viene la música porque, ¿cuál es el momento en el que la gente escucha un disco entero?”, se pregunta.

Es el momento de ponerse más serios porque, dice, tendría que ser una preocupación si hoy existe la posibilidad de que nueva gente lo escuche y lo descubra a través del disco o si sólo lo harán los cautivos a su música.

Vistiendo un traje negro, camisa vino y un pañuelo rojo resaltando en el bolsillo de su saco, reflexiona mientras se rodea de un ambiente musical con un amplificador que adorna tal cual el arte de la portada del material, hecha por mexicanos.

“Ahora estamos hablando de televisión y luego la gente va a seguir mirando en su teléfono, dividiendo su tiempo en Instagram y esas cosas. La realidad es futurista y retrógada al mismo tiempo, no nos da muchas oportunidades para escuchar un disco entero y tengo que convencer a la gente que lo escuche junto con otros diferentes porque así vamos a tener todos una vida mejor”, argumentó.

Calamaro se presenta hoy y mañana en el Teatro Metropólitan con su gira Licencia para cantar, en un formato de trío acústico y casi íntimo en donde se desprende de sus guitarras eléctricas y batería, por lo que reitera a sus seguidores que, tal como él ha presenciado conciertos en teatros, ellos no lleven sus teléfonos. “No es mucho pedir dos horas, prefiero que te fumen tabaco, ¡enférmense!”.

“Tal vez los teléfonos sean la gran plaga del siglo XXI y como plaga es bastante benigna porque no hay que lamentar demasiadas víctimas, pero también puede ser alarmante la forma en la que influya lo que es la vida social en la clase media, porque también hay gente que tiene otras preocupaciones que no puede pagar ni un teléfono. Nosotros por primera vez no generamos actitud permanente, excitación, danza y catarsis, hay buenas luces en el escenario y ni hace falta llevar más dándote en la cara, podrían romper la atmósfera”.

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