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Aunque el viento frío y el clima nublado estuvo presente en casi toda la primera jornada del Corona Capital, no mermó los ánimos de los miles de jóvenes asistentes que, como cada año, se dieron cita a la curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez.

La mayoría de ellos llevaba sus chamarras puestas pero no faltaron las gorras e incluso los lentes de sol en algunos casos. Globos amarillos separaban en el cielo los dos escenarios principales: el Corona y el Corona Light, en donde se agrupó la mayor cantidad de gente sobre todo para ver a los últimos actos encabezados por The Killers y Pet Shop Boys.

El principal estaba justo enfrente de unas gradas, que tenían colocadas cuatro columnas de pequeñas pantallas que prendían de colores conforme sonaban los acordes del grupo en turno, lo que iluminaba el lugar conforme iba anocheciendo.

Con cerca de 10 horas de música ininterrumpida, algunos asistentes permanecieron de pie pero otros prefirieron sentarse un momento mientras cada propuesta musical emanaba potencia. Los amigos se reunieron para convivir y no dudaron en comprar sus cervezas, varios siguiendo la tradición de reunir los vasos conmemorativos.

Mientras se llegaba a cada uno de los cuatro escenarios se podían ver las obras de algunos muralistas que homenajearon a tres personajes importantes en la música mundial que murieron este año: Leonard Cohen, Prince y David Bowie, mientras que el público no dudaba en pararse frente a algunos de ellos para tomarse selfies.

De pronto había una fila.

Era para acceder a las sillas voladoras que era tan sólo una de las atracciones aledañas del festival.

Casi detrás, una zona de comida era invadida por los más voraces, sentados en mesas de madera, que se tomaban sus minutos para decidir.

Una cerveza sencilla de 50 pesos o una doble de 90, agua de 30 pesos y refrescos de 40 podían acompañar alguno de los platillos entre los que se encontraban hot dogs a 60 pesos, hamburguesas de 65, empanadas de 30, pizza de 60, crepas de 40 y tacos entre 60 y 90 pesos ya sean de pastor, cochinita, arrachera, longaniza, chicharrón, cecina y de canasta, además de burros, alitas y hasta asados.

Otra de las filas se encontraba frente a los cajeros automáticos, pues de tres, solamente dos servían. El ánimo era de fiesta en cada rincón, el viento para muchos era pretexto para bailar y comprar cerveza y así quitarse el frío.

No había ningún impedimento para la diversión, ni siquiera aquellos lesionados que acudieron al Corona Capital en muletas o silla de ruedas, siempre acompañados por algún amigo.

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