Carlos, ¿satisfecho con su concierto en El Campín? ¡Llegaron 40.000 personas!

Sí, muy satisfecho. Fue el trabajo de todo un equipo comprometido y muy profesional; además fue el cierre de un tour que marcó mi regreso a la industria de la música.

Las entradas se agotaron semanas antes y hasta se revendieron boletas por seis veces su valor. Quedó demostrado que usted es un ídolo indestronable…

(Risas) El escenario de El Campin para mí ha significado históricamente una comunión muy especial con mi público colombiano desde el comienzo de mi carrera. Pero además había motivos muy especiales para celebrar: los 12 años de La W, que le daban al concierto un toque muy especial, la presencia de todo mi equipo regional de Sony desde Afo Verde, nuestro chairman, hasta cada presidente de cada país, que le apostaron todo a mi regreso. Pero, además, también ayudó la campaña que iniciamos con Procolombia con la producción del nuevo video de La tierra del olvido. Y Jumbo nos permitió tener la dimensión que la ocasión merecía. En fin, estábamos llenos de buenos motivos.

¿Cuál cree que fue el hito del concierto?

Que sintieran que mi conexión con los vallenatos sigue intacta, y que todavía mis ojos brillan cuando los canto. Por otro lado, la nueva versión de La tierra del olvido nos ha hecho volver a sentir la emoción de nuestra diversidad como país y como cultura y queríamos vivenciarla en nuestro concierto. Fue un momento muy emotivo conectarnos con el Calypso de Coral Group de Providencia, con la voz indomable del Cholo Valderrama, que nos pone a cabalgar por nuestros Llanos, o esa alegría natural de nuestra gente del Pacífico a pesar de todo nuestro olvido, representada en el grupo Herencia de Timbiquí, o la felicidad que me da de compartir con Fonseca, quien con la calidad de sus canciones y sus letras le ha dado a nuestro movimiento mucha credibilidad. Estoy trabajando en el nuevo disco de Fanny Lu y muy cerca también del proyecto de Maluma, así que tenerlos esa noche en el escenario también fue muy especial para mí. Quise también tener a Gusi, un artista inspirado en el vallenato y muy talentoso, a quien queremos mucho. Y por supuesto, poder compartir el público de Bogotá con mis amigos internacionales Michel, Daddy y Wisin era algo que yo les había prometido ya hace algún tiempo y no es una frase de cajón: todos ellos tienen especial cariño y agradecimiento con Colombia.

Como nada es perfecto, hubo algunas fallas de logística. Incluso, falló Marc Anthony, que avisó a última hora de una falla técnica en su avión…

Después del concierto uno siempre se queda un buen rato con todo lo que no funcionó y nos damos palo, mucho palo. La logística es un campo en el que estamos aún muy crudos para enfrentar un espectáculo de esta dimensión. Por otra parte, fue una lástima que Marc se perdiera al público bogotano, pero nos alegra que su emergencia aérea no haya pasado a mayores.

A pesar de esas fallas nadie se quejó, nadie protestó, todo el mundo esperó pacientemente a Carlos Vives. ¿Por qué cree que lo quiere tanto la gente?

Creo que está en la historia de mi trabajo el cariño de la gente, nunca soñé con irme de mi país y, por el contrario, siempre he mostrado el orgullo de representarlos, siempre he estado aquí en las buenas y en las malas y ellos me han visto en defensa de mi tierra.

Colombia es un país a veces aplastado por los estereotipos de la guerra y de la droga. ¿Qué responsabilidad se siente de haber podido romper como artista toda esa mala onda y hacernos sentir orgullosos de ‘lo nuestro’?

Nunca me han parecido justos esos estereotipos para con la gran mayoría de nuestra gente. Por eso, cuando el cariño de mi país y el poder de su música me dieron la posibilidad de viajar y de conocer otras tierras, yo sabía que mi deber era defender a mi país y hablar de esa otra Colombia que el mundo desconocía.

El escritor Ricardo Silva escribió con mucha admiración en un artículo para ‘Rolling Stone’: “Es duro ser una persona que crece y envejece, con sus contradicciones y sus desatinos, en frente de todos. Pero Vives ha tenido el valor para hacerlo todos estos años’…

Yo tampoco quisiera envejecer y crecer. Pero es una realidad y creo que lo podemos hacer con mucha dignidad si no dejamos que nuestro espíritu envejezca. Y he descubierto en los últimos años que el niño interior juega un papel importantísimo para esto. Desde hace ya algún tiempo he tenido muy claro que mi compromiso como persona, como artista, ha sido con mi comunidad, eso me ha permitido proyectar un trabajo que necesitaría más tiempo del que vivimos los mortales. Escogí el camino de trabajar con la música y la cultura colombiana y ella se ha encargado de reinventarme cada vez.

Y cada vez que se reinventa crece más. Pocos artistas reúnen a tres generaciones de admiradores…

Como actor y como músico siempre creí que podía trabajar para todos. Tuve eso entre ceja y ceja, lo de los abismos generacionales, y siempre quise luchar contra eso. El espíritu de nuestra música ha sido joven desde el principio, pero precisamente ha sido el cariño de los viejitos el que me ha entregado a una nueva generación. Esto sonará a una frase ya usada, pero yo soy feliz cantando para toda la familia.

Nos decía que el vallenato sigue estando en el corazón de sus predilecciones musicales. Pero ¿podemos esperar que Vives dé un giro más roquero? ¿O reguetonero? ¿O salsómano?

Mi sello indeleble sigue siendo el sentimiento que aprendí de los vallenatos. Es la fuente a la que siempre regresamos cuando tenemos sed, y ese sentimiento, aparentemente regional o muy pequeño, se convirtió en mi rock y en un mundo que me conecta con el mundo de la música. Cuando los reguetoneros o los salseros se me acercan a buscar colaboración, lo que ellos quieren es precisamente el sentimiento vallenato. Y tengo siempre que recordar la frase de Bertolt Brecht que aprendí cuando yo estaba en la Escuela Nacional de Arte Dramático: “Muestra tu aldea y serás universal”.

Entre todas sus personalidades exitosas –cantante, compositor, empresario, actor, publicista– hay una que me llama mucho la atención: el investigador. La gente no sabe que detrás de sus composiciones no solo hay imaginación, ingenio, sensibilidad por nuestro folclor, sino también mucha investigación…

Insisto en que sumergirme en el vallenato, en aquellos primeros años, me llevó a descubrir un mundo de conexiones que me enseñaron que lo nuestro iba más allá de nuestras fronteras y que tiene que ver con nuestra historia y nuestros orígenes. Si usted suma que me molestaba profundamente que valoráramos más todo lo de afuera que lo nuestro, yo tenía que tener más conocimiento sobre todo lo que somos.

¿Qué va del vallenato al rock? ¿Qué va de los guitarristas y cantantes de ‘blues’ de las plantaciones de algodón del delta del Mississippi a los acordeoneros y juglares del río Guatapurí?

Hace uno años fui invitado por la Academia Americana de la Música a cantar en los premios Grammy. Al final de la presentación se me acercó Quint Davis, el presidente del festival de jazz de Nueva Orleans, y muy emocionado me preguntó que cómo se llamaba eso que yo había cantado. Yo le dije que era un vallenato. Me preguntó que de dónde éramos nosotros y esa música; yo le hablé de Colombia, del Caribe y del río Magdalena. Él enseguida me dijo que quería que yo viniera a cantar al festival de jazz de Nueva Orleans y que yo tenía que conocer el zydeco y el folclor del sur de Estados Unidos, porque yo tenía que descubrir una conexión que él todavía no se podía explicar. Fue algo maravilloso estar allí y descubrir que tenemos cosas que nos unen con esa cultura del sur de los Estados Unidos, pero al final, no había nada nuevo: ya Gabo nos lo había dicho cuando dijo que el Caribe comenzaba en Luisiana. Por eso nació mi concepto de ‘El Rock de mi Pueblo’. Aterciopelados y Juanes son rock colombiano, Fonseca es pop colombiano, ChocQuib Town es el hip hop colombiano, Bomba Estéreo es un sonido electrónico pero colombiano, y así etc., etc., etc.

¿A quién se le ocurrió la idea de volver a montar en video, ahora con ‘nuevos amigos’, semejante clásico: ‘La tierra del olvido’?

Fue una invitación de Procolombia para hablar de la diversidad geográfica y cultural de Colombia en Expo Milán. Un trabajo junto a la agencia Sístole, pero, por supuesto, nos dieron toda la confianza para invitar a los artistas que creíamos podían mostrar de la manera más impactante la riqueza de nuestra diversidad. Pero si tengo que decir que aunque es una buena muestra de amigos, no están todos los que podríamos mostrar.

¿Alguna razón especial para haber escogido a esos amigos y no a otros?

Toqué la puerta de muchos amigos, o mejor dicho de casi todos, de diferentes estilos y regiones. Al final, los que pudimos estar somos los que estamos y sentimos que hay una buena representación nacional.

Usted se caracteriza por ser muy buen amigo de sus amigos y de incluso extender su ala protectora sobre muchos de ellos. Hábleme un poquito de Maluma…

Es un artista muy joven que ha llegado a la música atraído por el éxito de la corriente urbana. Forma parte del arsenal de nuevos artistas antioqueños y creo que está en camino de descubrir su verdadera identidad. Tiene todo el talento y el carisma y yo he estado muy cerca de su equipo de trabajo.

¿ChocQuibTown?

Nos sorprendieron desde el principio con su talento, con sus canciones, con sus mensajes de amor y de reivindicación del Pacífico. Son muy carismáticos y han vencido los prejuicios sobre proyectos musicales que han venido de su región. De los nuevos grupos de Colombia, no me cabe la menor duda de que es uno de los favoritos, con una proyección internacional que ya se empieza a sentir.

¿Egidio Cuadrado?

¿Qué le puedo decir que no haya dicho ya de mi compadre Egidio? Ha sido una conexión directa y portátil con mi tierra: a donde quiera estaba él estaba conmigo y a donde quiera estaba yo estaba con él, ja-ja-ja...

¿Fanny Lu?

Es una artista que nació de manera silvestre producto de esa siembra de Carlos Vives y La Provincia en el cultivo de un nuevo sonido que llamamos el pop colombiano. Por eso mi compromiso y de mi equipo de producción con Fanny es natural y total. Es una artista que debe mantener el estilo con el que irrumpió y que le dio toda la fanaticada de la cual hoy goza.

¿Fonseca?

A ese ‘pelao’ yo lo quiero mucho, no solo por la calidad de lo que hace, por lo noble y buena gente que es, sino porque en una época cuando no se valoraba nuestra propuesta musical como tal, sino que se le daba todo el valor al carisma y la trayectoria de Carlos Vives, apareció Fonseca y le dio al movimiento mucha fortaleza. Hoy es uno de los pilares en el que se sostiene el pop colombiano.

¿Herencia de Timbiquí?

Es uno de nuestros proyectos más importantes, tiene que ver, por supuesto, con esa deuda que tenemos todos los colombianos con la región del Cauca y del Pacífico, pero también con el arsenal musical con el que esa región viene sorprendiendo al país y a la industria de la música. Bergner, William y todos los muchachos son la expresión del talento, la pureza, la inocencia y la esperanza de nuestros jóvenes de esa tierra del olvido que ha sido el Pacífico colombiano.

¿Carlos Vives es en el fondo filántropo? Lo primero que usted proyecta es ser una muy buena persona. Su empresa funciona prácticamente como una ONG, siempre colaborando con obras benéficas…

Mi trabajo como artista desde el principio me ha llevado a unirme a diversas causas; mi naturaleza amigable y de compromiso con la gente me ha dado la oportunidad de poder servir a mi comunidad. Precisamente en este momento estoy liderando junto a mi comunidad samaria una causa que me motiva y me emociona que he llamado ‘Tras la Perla de la América’, que no es más que usar mi capacidad de convocatoria para unirnos y trabajar en los problemas fundamentales de nuestra ciudad, para volver a Santa Marta una ciudad sostenible.

¿Cuánto pesa en su personalidad uno de los rasgos más famosos de la forma de ser samaria, la imperturbabilidad?

¡Ja-ja-ja! Sí, María Isabel,ayuda y sabes por que ajá… Ja-ja-ja!

(Risas). ¿Ha pensado por un momento en si el papel de Escalona no hubiera pasado por su vida, qué rumbo habría tomado Carlos Vives?

No, el papel de Escalona era algo que tenía que pasar en mi vida. Si yo miro mi historia, sin saberlo hice todo para que eso se diera. Por mi casa cuando era niño pasaron muchos de los grandes juglares, mi papa estudió en el colegio con Escalona, no había nada que le gustara más a mis compañeros del colegio en Bogotá que yo cantara un vallenato, siempre que había una parranda vallenata, en Caracol Diego Fernando Londoño me invitaba a cantar y curiosamente invitaba a Egidio Cuadrado, excuñado de Escalona. Como se dará cuenta, no había otro camino al que yo interpretara a Escalona.

¿Cómo sobrevive un artista a las peleas con ‘managers’, a las discusiones con disqueras, a los enfrentamientos con ejecutivos? ¿Carlos Vives ya vuela solo, sin todos esos problemas?

Como todos los artistas, en el proceso de aprendizaje hemos tenido momentos difíciles, pero solo tengo gratitud con todos los que han pasado por mi carrera. En este trabajo uno no vuela solo, es un proyecto de vida donde todos dependemos de todos.

Todo el mundo sabe que el secreto mejor guardado y más preciado de su vida se llama Claudia Elena Vásquez. ¿En la vida de Carlos Vives se mueve una hoja sin que ella lo apruebe?

Lo importante para un artista o para un proyecto es alguien que lo conozca para que lo ame. Claudia es la mayor defensora de nuestro trabajo y la guardiana de nuestros sueños.

¿Qué tan difícil es casarse bien? ¿Les recomienda a los que no lo están, que no se cansen nunca de buscar el o la que es?

Es una pregunta muy difícil. Creo en el matrimonio como una sociedad que se complementa, se apoya y la base para construir cosas importantes para nuestra comunidad y nuestro país. Creo que en esa sociedad no deben primar los intereses sino el amor, y cada quien merece encontrar esa persona y esa realización, porque ahí está la felicidad que todos vinimos a buscar.

Finalmente, Carlos, ¿la música, para qué?

¿Cómo que para qué? Para reconocernos, para reconciliarnos, para unirnos y para recordar quiénes somos.

MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO

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