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Estaban Ignacio Retes, María Teresa Rivas e Ignacio López Tarso. Era una gira por Guadalajara con la Compañía de teatro del Seguro Social y estaba por comenzar el rodaje de la película El gallo de oro (único guión de Juan Rulfo) donde López Tarso interpretaría al protagonista Dionisio Pinzón. Retes, que era muy amigo de Rulfo lo invitó primero a la obra y luego a cenar.

“Para ese entonces Juan ya no bebía… o ya no quería beber”, recuerda López Tarso. “Pero esa noche estuvo tan contento con nosotros que se echó unos tequilas”.

Aquella vez fue la única que el actor conoció al autor de Pedro Páramo. Pero bastó para convencerse de una cosa: “el cine no le ha hecho justicia a Rulfo”.

Ignacio López Tarso hace un juicio crítico incluso de la adaptación que se hizo de Pedro Páramo, en la que él interpretó a Fulgor Sedano y que fue protagonizada por John Gavin.

“A nadie le gustó, todos la criticaron. Fuimos con ella a Cannes, el gran festival de cine y no pasó absolutamente nada porque todo el mundo opinó que estaba muy lejos de lo que Pedro Páramo era en la literatura. Efectivamente es un libro muy misterioso, difícil de entender, de leer, de comprender, es un difícil convertirlo en película. Es entre la vida y la muerte, entre los vivos y los muertos, es misterioso. No sabes cuándo son ánimas o cuándo espíritus, ni cuándo son seres humanos. Andan revueltos en la historia Pedro Páramo”.

Es una opinión que comparte el crítico de cine Jorge Ayala Blanco, para quien las versiones cinematográficas de obras de Juan Rulfo han sido folklóricas o intelectualizadas.

Hasta el momento se han hecho tres intentos por adaptar a Rulfo al cine: Pedro Páramo (dirigido en 1967 por Carlos Velo y con guión de Carlos Fuentes), El gallo de oro (dirigida por Roberto Gavaldón y con guión del mismo Fuentes y Gabriel García Márquez) y El imperio de la fortuna (dirigida por Arturo Ripstein, guión de Paz Alicia García Diego, y protagonizada por Ernesto Gómez Cruz y Blanca Guerra).

Sobre esta última, López Tarso tampoco tiene una opinión.

“No me gustó porque Ripstein no conoc las ferias de México, no es de aquí, no es mexicano. Tenía una idea muy extraña de los gallos y la feria y la cantada. Muy a su manera... a mí no me gustó nada la película”.

Esta idea de que a Rulfo aún se le debe algo en materia audiovisual es la que movió a su hijo Juan Carlos (documentalista que ganó prestigio con En el hoyo) a hacer una serie documental de siete capítulos. “Descubrí que mi papá, —dice— subía al volcán en silencio para encontrarse consigo mismo. Que no era pasivo ni callado y estaba en continua creación; él era así, eso es lo que me pude dar cuenta con esto”.

El director de Los que se quedan explica: “Siempre había querido hacer algo con él, de meterme en sus cosas, hasta ahora pude. Comenzó hace tres años y entonces al centenario lo veía lejano, pero ya está aquí”.

La serie fue impulsada por la Secretaría de Cultura y distintas entidades de la República Mexicana por lo que su transmisión será, en principio, por una televisora pública.

Con un equipo de 10 personas, Juan Carlos Rulfo buscó lugares originales de las fotos tomadas por su padre cuando éste publicaba en la revista Mapa.

Y fue a la casa donde vivió su padre, ya habitada por alguien más, y pedía permiso para entrar a ella.

“Lo de las fotos era una cosa de doble filo, porque era ir a esos sitios 60 años después, como los patios” .

En esa búsqueda, del Rulfo audiovisual, López Tarso tiene presente que aquella vez en Guadalajara, y a diferencia de sus novelas en donde el silencio es esencial, el escritor estuvo especialmente animado: “Cenamos con él hasta la madrugada, eran las cuatro de la mañana salimos del lugar”.

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