qhacer@eluniversal.com.mx

El veterano Garry Marshall, a sus 81 años, busca recuperar la gloria perdida de sus elegantes comedias con efecto años 1990 (Mujer bonita, Frankie y Johnny, Novia fugitiva) en su tercer filme al hilo dedicado a un día en específico. Primero fue Día de los enamorados (2010), luego Año nuevo (2011); ahora toca el turno a Día de las madres (2016).

Al igual que en las dos previas, aplica la receta de contar varias historias sobre madres y abuelas que se entrelazan, ya sin concisión, puesto que sus viñetas existenciales funcionan menos. El argumento presenta cansinamente una suma de escenas convencionales, estereotipadas, sobre secretos entre madres e hijas, la vida de un padre viudo, los ligues adultos y situaciones así, salpicadas con el anacrónico humorismo de pastelazo (espectaculares caídas sin daño), ciertas agudezas verbales, y la variedad de lugares comunes que se pretenden cómicos.

El toque Marshall por supuesto se ha perdido. Su reparto, donde todos son estrellas, está absolutamente desperdiciado, empezando por Julia Roberts ostentando una peluca ridícula, siguiendo por Jennifer Aniston, repitiendo por nota su número de encantadora divorciada, y concluyendo con Jason Sudeikis, como el padre-madre que no se rinde. Para levantar el plano argumento, planamente filmado, Marshall se hace un autohomenaje con su actor fetiche Héctor Elizondo, copiando una escena clave de Mujer bonita entre él y la Roberts. Así de desesperante es la ausencia de creatividad en este oportunista filme que ni refiriéndose al pasado de su director mantiene el interés. Debería haberlo titulado igual que su autobiografía: Despiértenme cuando sea gracioso.

Por otra parte, Hardcore: misión extrema (2015), debut del inventivo ruso ultravisionario Ilya Naishuller, cumple con esa frase hecha: “El filme más original del año”; ningún otro, garantizado, tendrá el impacto visual que éste. Hecho con brillante cámara Go-Pro (a cargo de Chris W. Johnson, Pasha Kapinos, Vsevolod Kaptur & Fedor Lyas), es una cinta subjetiva. Cámara pegada al cuerpo, el actor es el ojo y quien transmite las sensaciones de este viaje de realidad virtual, literal, para que el espectador sienta y viva la historia, el espectáculo, el vértigo a lo largo de 96 minutos.

La sorpresa inicial no supera lo que Robert Montgomery hizo con La dama del lago (1942). Aquí había una dramaturgia para develar la trama. Naishuller, en cambio, prefiere el exceso, lo demencial. Que funciona. Pero se agota tras unos minutos. Su historia es de acción y reacción. Nada más. Se siente en el límite de la velocidad. Sin pausa. Montgomery, en cambio, entendió que al cine subjetivo no le basta sólo el vértigo; requiere la pausa de la reflexión y el suspenso del descubrimiento: una narrativa más allá de la estridencia visual, golosina con la que Naishuller empalaga.

Por último, Youth (2015, Paolo Sorrentino) hecho en colaboración con el veteranísimo fotógrafo Luca Bigazzi —quien participó en La gran belleza (2013), por el que Sorrentino ganó el Oscar al mejor filme extranjero—, sobrevive en cartelera como la cinta más provocadora del mes. Youth dentro de lo que es su exceso visual (contenido y eficaz a diferencia de Naishuller) o su brillantez narrativa que parece homenaje a Thomas Mann y Stefan Zweig, se arriesga con un enfoque caleidoscópico (que no le funciona a Marshall), sobre la vejez y el arte, la paternidad y la amistad, el deseo y la soledad. Es un cine puro que va de lo trascendente a lo banal. Sin dejar a nadie indiferente, recurre a viejos efectos de cámara y montaje para un relato que oscila entre lo intimista y lo extravagante, con personajes como estereotipos en apariencia pasados de moda pero vigentes (los crepusculares compositor Fred [Michael Caine] & director de cine Mick [Harvey Keitel]; la actriz en espera de su última reverencia en el escenario [la mismísima Jane Fonda destilando perfecciones en su breve escena con diálogos brutales]; el joven actor Jimmy [Paul Dano] en conflicto por interpretar a Hitler; una Miss Universo [Madalina Ghenea] de rápida respuesta ante las insolencias). Youth es tanto insustancial como profunda gracias al gran estilo de Sorrentino; es un cine que, al igual que sus personajes, aún tiene vitalidad aunque está en peligro de extinción.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses