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Alicia a través del espejo (2016), tercera cinta para cine del especialista inglés en tv programas, James Bobin —después de Los Muppets (2011) y Los Muppets 2: los más buscados (2014)—, retoma el relato de Lewis Carroll donde lo dejó Alicia en el país de las maravillas (2010, Tim Burton), en su momento considerada la mejor película en 3-D. Pero dicen bien que nunca segundas partes fueron buenas. Aunque el cine ha demostrado que esto es relativo, más veces de las que se quisiera la frase es exacta.

La diferencia entre Burton y Bobin es sustancial, aunque el primero produzca. Como en toda película similar, en ésta el estilo es el tema. La guionista Linda Woolverton apostó por preservar la narrativa de Carroll, dándole una equivalencia cinematográfica, y la deslumbrante foto de Stuart Dryburgh medio lo confirma en esta historia donde Alicia (Mia Wasikowska) regresa a Underland para salvar al Sombrerero (Johnny Depp) de su depresión. Lo logra arrebatándole al Tiempo (Sacha Baron Cohen) su crono-esfera; va al pasado para evitar la circunstancia que provocó la tristeza del Sombrerero. Pero lo que en el primera película era imaginación, aquí es artificio; lo que fue original, aquí es la reiteración de una serie de abrumadores efectos visuales que de inmediato empalagan. Un filme-pastel de abundante merengue para los ojos, carente de emoción.

El precio de la fama (2014), séptimo largometraje agridulce e irreverente de Xavier Beauvois, da cuenta de quiénes, cómo y por qué secuestraron en 1978 el cadáver de Charlie Chaplin del cementerio de Corsier-sur-Vevey, Suiza. Filme antihomenaje, detalla con nombres ficticios la aventura en Grand Guignol de esos personajes que pueden parecer simpáticos —o no— y sus justificaciones para de alguna manera inaugurar la “sociedad del espectáculo” al convertir sus acciones en tragicomedia de enredos para tabloides. Claro, tanto que el reparto incluye a la nieta del cómico, Dolores, interpretando por supuesto a Mademoiselle Chaplin.

Saint Laurent (2014), séptimo largometraje del siempre vital provocador y notable estilista visual Bertrand Bonello, puede decirse que es su cinta más comercial (y segundo al hilo que se hace sobre la vida de YSL, después del de Jalil Lespert). Lo de comercial hay que tomarlo con reservas porque es, al igual que sus filmes previos, una visión subversiva, en este caso sobre uno de los modistos clave de la historia. Crónica que es disección de los mecanismos de la moda y su influencia en reflexiva voz de un YSL viscontiniano c. 1989 (Helmut Berger en persona). Película visualmente elegante y sofisticado (crédito a la fotografía de Josée Deshaies), directo y sin aparentes metáforas, retrata la Francia 1960-1970, época en la que YSL (Gaspard Ulliel), junto a su socio Pierre Berge (Jérémie Renier) —quien no dio permiso a Bonello para usar el archivo ni los patrones originales; por ello destaca el notable trabajo de la diseñadora de vestuario Anaïs Romand—, transforma el mundo a su imagen y semejanza con ayuda de un tercero en discordia como su intenso amante Jacques de Bascher (Louis Garrel). Un filme biográfico sin concesiones (“no vendemos su nombre, lo vendemos a él”).

La bruja (2015), debut de Robert Eggers, no es un filme de horror que replantee al género; es igual a ese fraude Está detrás de ti (2014, David Robert Mitchell), porque sólo es imagen y nada de sustancia. Tras la evocación poética del sutil fotógrafo Jarin Blaschke lo que queda es una minuciosa reconstrucción del habla y los sentimientos de la Nueva Inglaterra de los 1600. Y ya. Es, pues, un simple relato de histeria colectiva que, con diversas licencias dramáticas, quiere ser un aterrador relato de terror ligth que afecta a Thomasin (Anya Taylor-Joy, una revelación).

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