Los partidos políticos en el país sufren desde hace años una crisis generada —entre otros factores— por alejarse de las necesidades de la sociedad, situación de la cual no han podido salir.

Datos del Inegi de 2018 colocaban a estas agrupaciones en el último lugar en el nivel de confianza de una lista de “instituciones o actores de la sociedad” presentada a encuestados. Solo 17.8% mostraba confianza en los partidos, contra 76.8% que alcanzaron las universidades públicas, las mejor calificadas.

Partidos que antaño dominaban la vida política hoy aparecen reducidos a su mínima expresión y con riesgo de desaparecer del escenario. En muchos de ellos la falta de democracia en su interior, las designaciones por imposición, la falta de diálogo y la poca o nula transparencia en el uso de los recursos públicos son práctica cotidiana y muy probablemente la causa de su desplome en los comicios del año pasado.

Dos de los partidos que ejemplifican la debacle son PRI y PRD. Este último llegó a tener 125 diputados en 2006, mientras este año su bancada —por los malos resultados de julio y por deserciones— tiene apenas 11 diputados, menos de la décima parte que hace 12 años.

Aunque en las elecciones del 1 de julio, un partido —Morena— tuvo un arrollador triunfo, ese resultado estuvo influido por la popularidad y simpatía que construyó el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador.

La pluralidad política siempre será fundamental para construir soluciones a los problemas más graves del país. En este momento, sin embargo, la oposición partidista parece hallarse sin brújula ante los resultados negativos obtenidos en el pasado proceso electoral y solo prevalece una voz en la arena política.

No se ha escuchado un ofrecimiento de disculpa o una aceptación de responsabilidad de algún partido por algunos de los problemas que sufre el país, pobreza e inseguridad, por ejemplo.

Si se mantienen en una postura de no colocarse en los zapatos de la mayoría de la ciudadanía y si aspiran únicamente a recibir los millonarios recursos financieros que todos los años les transfiere el Estado para sus tareas, sus opciones de sobrevivencia no son muchas.

El sistema de partidos se encuentra en estado de coma, pero es la opción más representativa de la democracia. Su supervivencia depende de la actitud que los partidos adopten.

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