Ayer se terminó el plazo que una Corte le impuso al gobierno de Donald Trump para volver a unir a familias de migrantes que fueron separadas durante la política de “cero tolerancia” que el presidente de Estados Unidos impuso sobre la frontera con México. Una vez más, como suele hacerlo, la administración Trump intentó engañar al público al decir que cumplió con la orden judicial, cuando no fue así. Cientos de menores continúan solos en centros de detención.

No sólo no se cumplió con todas las reunificaciones como se ordenó, sino que además hubo caos en el proceso de asignación de menores a sus padres, porque el propio gobierno estadounidense no tiene una idea clara de qué ha hecho con todos los padres de los niños. Funcionarios han admitido que incluso hay casos de indocumentados deportados de regreso a sus países de origen, mientras que sus hijos continúan retenidos en Estados Unidos.

Lo peor que podría ocurrir a partir de ahora sería el olvido de este tema por parte de la sociedad estadounidense. Porque si dependiera de Donald Trump, la política de “cero tolerancia” continuaría. Así lo declaró en múltiples ocasiones antes de ceder a la presión. Fue únicamente la condena pública interna la que lo hizo reconsiderar, una actitud no muy frecuente de ver en este megalómano empresario.

México también puede ayudar. El gobierno de Estados Unidos desconoce exactamente dónde están todos los padres de los niños que tiene bajo resguardo. Es probable que estos migrantes hayan dejado rastro documental en México —para solicitud de visa temporal, por ejemplo— o quizá se encuentran en este momento en el país.

La experiencia debería ser un aliciente para que en territorio mexicano mejore también el registro de ingreso y tránsito de los migrantes centroamericanos. El caos en la frontera sur y el control que sobre ella tienen grupos criminales propician que sufran aquí tragedias mucho peores que la separación forzada en centros de detención estadounidenses.

Entre las propuestas del próximo presidente, Andrés Manuel López Obrador —entregadas a Trump en la pasada visita de su secretario de Estado, Mike Pompeo—, se considera como uno de los cuatro ejes de la que debería ser la relación bilateral, el desarrollo de Centroamérica y —junto con él— el desarrollo del sur de México.

Aprovéchese la coyuntura que ofrece la crisis en la frontera de Estados Unidos para forzar a ese país a darse cuenta que la estrategia más efectiva para evitar el entuerto actual, es atajar los orígenes sociales y económicos de la migración.

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