Los días de contingencia ambiental que vivimos hace poco, sumado ahora al efecto de la lluvia ácida de las primeras precipitaciones de la temporada, suponen un serio riesgo para la salud de los habitantes del Valle de México, así como un impacto en la economía al incrementar el gasto por concepto de atención médica y un descenso en la productividad por ausentismo laboral.

Los habitantes de la urbe resienten la contaminación en diversos grados: desde leves irritaciones en ojos y garganta, hasta padecimientos severos en vías respiratorias. Y por supuesto que quienes se ven más afectados son los grupos de población vulnerables, es decir niños, adultos mayores y enfermos.

Según el análisis dado a conocer hoy en las páginas de este diario, en los últimos tres años se han decretado en la capital 20 contingencias, la mayor parte de ellas por ozono y sólo cuatro por partículas PM10, como fue el caso de la más reciente. En nuestra ciudad, se han registrado picos verdaderamente críticos en los que se sobrepasó el doble de los niveles sugeridos.

La Organización Mundial de la Salud relaciona la superación de los límites recomendados de la calidad del aire con un incremento perceptible en la mortalidad a corto plazo. Por ello se suele decir que en nuestros días ya todo es cancerígeno, hasta el aire que respiramos. Y es que los expertos advierten que la exposición prolongada a los contaminantes presentes en el aire puede lo mismo repercutir en la transformación de tejido sano en tumoral, que en alteraciones hormonales.

El cambio a gasolinas sin plomo o la incorporación de dispositivos catalizadores en los automóviles, si bien han reducido las emisiones en los motores de combustión, tales medidas ven su impacto disminuido ante el incremento desmesurado del parque vehicular que se dio como una reacción no deseable a los programas de verificación de automotores y el Hoy no circula. Por si fuera poco, en días pasados una serie de incendios forestales —accidentales o intencionales— vinieron a incrementar la cantidad de partículas contaminantes en el aire de la ciudad, que aunado a la falta de vientos y lluvias que las dispersaran, supuso una auténtica calamidad ambiental en el valle.

Los capitalinos se han acostumbrado a creer que sólo en los días de contingencia es mala la calidad del aire pero la realidad es que los estándares de medición adoptados en México son mucho más laxos que los establecidos por la OMS. En los hechos, nuestra integridad física se está viendo más comprometida de lo que creemos, por lo que hay que aceptar que hacen falta medidas de mayor rigor que las actualmente en vigencia. Es por todos.

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