Los mayores cambios físicos, psicológicos y biológicos en el ser humano ocurren entre los 10 y los 19 años, etapa decisiva para el futuro de cada individuo. Si no hay una guía correcta por parte de padres o profesores, los errores que cometan los jóvenes pueden truncar sus aspiraciones.

De acuerdo con las estadísticas, es en este periodo cuando muchos definen su vocación profesional, pero también cuando se inicia el consumo de drogas y la vida sexual. Sobre este último aspecto, la Secretaría de Gobernación dio a conocer los datos más recientes en materia de embarazos en adolescentes y los resultados arrojan luces y sombras.

El número de niñas de entre 10 y 14 años que estuvieron en gestación aumentó al pasar de 1.9 nacimientos por cada mil adolescentes en 2012, a 2.1 en 2015. En cambio, en el rango de adolescentes de 15 a 19 años, la tasa de embarazos ha ido a la baja. En 2012 alcanzó su máximo con 77 nacimientos por cada mil adolescentes, pero hacia 2015 la tasa de fecundidad en este grupo de edad disminuyó a 74.4, una diferencia de 3.4 puntos.

El riesgo es amplio, ya que en 2017 vivían en México 22.4 millones de adolescentes de entre 10 y 19 años, prácticamente la mitad (11.3 millones) tiene de 10 a 14 años y 11.1 millones entre 15 y 19 años.

Los embarazos de adolescentes son resultado de la falta de información y orientación adecuadas. ¿A quién responsabilizar por ello? ¿A los padres de familia, a la escuela o instituciones de salud? Lo ideal es que entre la triada mencionada exista una estrecha coordinación para guiar a los adolescentes en su vida sexual y evitar que adquieran responsabilidades que deberían corresponder a una etapa adulta, cuando se han concluido estudios y obtenido cierta estabilidad laboral.

En cada caso de embarazo adolescente la persona más afectada es la menor que será madre, quien suele atravesar etapas de depresión, de baja autoestima y de conflictos familiares, además del abandono escolar. En cuanto a las menores de entre 10 y 14 años la situación es peor, pues a lo anterior usualmente se añaden casos de abuso sexual.

El Estado puso en marcha la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo Adolescente; en los años que lleva de implementación los resultados se han quedado cortos. En el próximo gobierno tendrá que revisarse a fondo el programa para detectar lo que no funcione. De su correcta aplicación dependerá que el futuro para cientos de miles de jóvenes no se trunque de manera abrupta.

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