Las personas que viajen a Río de Janeiro para los Juegos Olímpicos encontrarán paisajes tan espectaculares como contaminados, además de agua repleta de basura en la ensenada que conforma la costa y el puerto de la ciudad brasileña.

La Bahía de Guanabara, un brazo del Océano Atlántico que se adentra en el sureste de Brasil, dio su nombre a la ciudad cuando marinos portugueses la confundieron con un "río". Cuatro siglos más tarde, la bahía se prepara para recibir a otros marineros: los navegantes olímpicosque surcarán sus aguas cuando los Juegos empiecen en agosto.

Pero para quienes consideran la bahía como su casa, los Juegos son ya una decepción.

Después de que Río se ganó el derecho a celebrar los Juegos en 2009, funcionarios locales se comprometieron a limpiar la Bahía de Guanabara. Pero la crisis económica, la inestabilidad política y un histórico caso de corrupción volvieron inalcanzables muchas de las promesas hechas cuando el país estaba en auge.

Las autoridades de Río ya descartaron la limpieza en 2014. Ahora sólo intentan que las zonas de la bahía que usarán los navegantes olímpicos estén libres de desperdicios, que en los últimos meses han incluido refrigeradores, sofás e, incluso, cadáveres flotando.

Tras décadas de desarrollo, las aguas se han llenado de vertidos de alcantarillado, desechos industriales y basura procedentes de un área metropolitana en la que viven más de 11 millones de personas.

Aunque las costas son verdes y se ven bien en televisión, y algunas personas siguen usando las aguas de la bahía como área recreativa, el agua está tan sucia que científicos y médicos advierten que el contacto con ella puede generar infecciones virales y bacterianas.

Los residentes locales cuya forma de vida dependió una vez de la bahía apenas pueden arreglárselas ahora.

"Mantuve a toda mi familia con la pesca", dijo Jorge Henrique Coutinho, de 63 años, que vive en una colonia de pescadores cerca del aeropuerto internacional de Río. "Me compré mi casa, mi auto, todo. Hoy apenas podemos comer".

Alexandro Domingues de Oliveira, un mecánico de 41 años que vive en una pequeña casa flotante rodeada de basura, afirmó que los Juegos no contribuirán mucho para mejorar la zona.

"Los turistas vendrán aquí y compartirán con nosotros solo por un rato, pero luego se irán y nosotros nos quedaremos con este lío".

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