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Matías Almeyda caminaba por los túneles del estadio Chivas como un desconocido. A su alrededor, más dudas que certezas. Aquel 15 de septiembre, cuando lo designaron entrenador del Guadalajara, su estampa era ajena, extraña para el futbol mexicano habituado a una ruleta de entrenadores conocidos y reciclados.

Hoy, tiene el respeto y la admiración de la nación rojiblanca. Su nombre es vitoreado cada vez que el sonido local dice su nombre.

El proyecto que tenía en mente, prometió en su presentación, era el de recuperar al “gigante” rojiblanco. Ponerlo de pie, darle gloria que su historia reclamaba. Está un paso, el más duro de todos de cumplir con lo máximo: el cetro liguero. La estrella 12 está a una serie final de distancia. Es contra Tigres, club todopoderoso que ha marcado 26 goles en sus últimos nueve partidos.

“Yo era un desconocido en México, existía desconcierto, porque hice mi carrera en Argentina y Europa, pero siempre me ha costado trabajo. Cuando llegué acá, todos sabemos cómo fui recibido. Quería que nos conociéramos, abrí los entrenamientos para que supieran de mi trabajo. Hay críticas normales, pero la que es desmedida no me gusta. Sigo aprendiendo. Si dijera que he aprendido todo, sería soberbio, a pesar de ser argentino”, analiza el pastor del Rebaño Sagrado.

Al mando de Almeyda, Chivas ha alzado dos Copas y una Supercopa. Libró los problemas de descenso y volvió al protagonismo del futbol nacional, luego de años de navegar en la mediocridad. En menos de dos años, el estratega sudamericano instaló al Guadalajara en una final de Liga MX, tras 10 años y medio de ausencia.

“Este equipo ya tiene un estilo propio. Hemos estado en finales de muchos tipos y hoy toca la liguera. Cuando comencé a dirigir al equipo, ya habían jugadores que siguen en el plantel. Ha habido cambios, pero cada uno ha aportado su granito de arena para jugar en este club”, explica ex pampero.

Hay un cántico en el hogar rojiblanco. “Que regresen esos años de tantos, tantos campeonatos”, corean los barristas chivas. Es como un llamado a que el popular equipo tapatío recupere las épocas que le valieron la digna y merecida etiqueta de “Campeonísimo”.

Almeyda se lo toma con calma, ponerse a la altura del ingeniero Javier de la Torre, quien llevó a Chivas a cinco títulos, aún es muy pronto. Es más, acepta “estoy lejos, lejísimos” de igualarlo y compararme.

“Cierto es que ya dimos tres vueltas olímpicas. Siempre tratamos de acercarnos a lo que hicieron los personajes que hicieron cosas importantes, pero hoy debemos decir, aceptar que estamos lejísimos de esa gente”, considera el argentino.

Pero también aclara: “Chivas, antes, tenía su grandeza por historia. Hoy, lo es por resultados. Estoy muy orgulloso; soy un bendecido de dirigir a este equipo”.

Guadalajara, según narra su técnico, ha tenido una serie de virtudes que le ponen a las puertas del cetro del Clausura 2017: la unión de grupo. A sus futbolistas los califica como leones que “muerden” y no dejan pensar a sus rivales.

“Por eso somos merecidos finalistas”, señala.

Al hablar de lo que representa el Rebaño, Almeyda refiere que en el tiempo que lleva al frente del equipo, le ha dado sentido de muchas pertenencia.

“Quiero quedarme muchos años aquí. Soy partícipe de las Chivas. Quiero ganar [la final] porque soy un obsesionado con el triunfo”, advierte sin falsa modestia Matías Almeyda, el “gran pastor”.

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