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En el mundo según Francisco Jémez, Cruz Azul aún sueña con clasificar. Pero cuando se cruza el umbral de los 80 minutos, despierta y ve su oscura realidad.

Frente a 10 hombres y con ventaja de 1-0, La Máquina volvió a tropezar. Ya no perdió, mas se dejó empatar por Morelia (1-1) y no entrará a la Liguilla por sexto torneo en fila.

Once puntos no sirven para nada, ni para optar por Liguilla ni para alejarse del descenso. Monarcas se le puso a seis unidades. Pero en el mundo de Jémez, no pasa nada.

La forma de juego es la misma, la misma intensidad, el mismo acoso sobre el contrincante y también la misma falta de llegadas claras, así como la poca contundencia. Y, al final, la “cruzazuleada”.

Los Cementeros quisieron dar una de arena en medio del océano de cal que han llenado a lo largo de este semestre. La afición dio la peor entrada del torneo, apenas un poco más de 12 mil personas, la cuales ya ni siquiera abuchearon al final. Parecen zombies, perdieron el alma.

Morelia quiso repetir la dosis de la Copa, y le salió al final. Con poco ganó mucho, un punto que —en zona de descenso— sirve demasiado.

Y Jémez siguió igual. No cambió un milímetro su forma de jugar, la de acosar al rival obligándolo a replegarse. Por consecuencia, los espacios atrás son enormes y las complicaciones muchas.

La tarde se iluminó hasta que Ángel Mena comprendió que la guerra no se gana solo. Salió de la banda para mandar un servicio cruzado a la izquierda, donde apareció Adrián Aldrete, quien vio el movimiento a segundo poste de Jorge Benítez. El paraguayo se tuvo que barrer para anotar apenas su segundo gol del Clausura 2017.

El segundo tiempo siguió con lo mismo: un Cruz Azul lleno de buenas intenciones, pero que no sabe cómo llevarlas a cabo.

Ya sin pretexto alguno, con un hombre más, parecía que el triunfo estaba en la bolsa de los Cementeros, pero no, al 86’ volvió a ocurrir lo de siempre. Mucho ímpetu al frente y poco orden atrás. De ahí se agarró Raúl Ruidíaz para entrar al área y vencer a Corona.

La gente se fue como si no pasara nada, y parece que no, porque en el mundo —según Francisco Jémez— la palabra fracaso no existe y todo lo salva la entrega de los jugadores. Pero eso no suma de a tres.

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