East Rutherford, Estados Unidos.— La historia se repite. Argentina y Chile disputarán esta noche la final de la Copa América Centenario, apenas un año después de verse las caras en el encuentro que definió al monarca de América, ganado por el representativo andino en una dramática serie de penaltis.

El estadio MetLife será el escenario de un choque de titanes entre las dos selecciones que mejor futbol han desplegado en el torneo.

Por un lado está la Albiceleste, la principal aspirante, que llega a su tercera final en tres años, con la necesidad de levantar un trofeo que ratifique la jerarquía de una generación dorada de futbolistas comandada por Lionel Messi.

Argentina no se lleva un torneo a nivel mayor desde hace 23 años, cuando se coronó en la Copa América Ecuador 1993.

Y por el otro lado aparece Chile, monarca actual que, después de obtener el primer título de su historia, quiere dejar claro que se ha hecho un hueco en la élite mundial por méritos propios.

La selección argentina llega al último partido con una trayectoria inmaculada. Cinco triunfos en igual número de duelos, 18 tantos a favor y sólo dos en contra.

Los muchachos de Gerardo Martino no han pasado apuros en todo el torneo. Tan sólo se vieron superados durante 15 minutos en los cuartos de final contra Venezuela, aunque el equipo se rehizo y terminó goleando (4-1).

Además, ya sabe lo que es derrotar a Chile en esta Copa.

Lo hizo en la primera jornada de la fase de grupos (2-1), aunque ese equipo andino timorato del comienzo se ha repuesto a medida que han pasado los encuentros.

La Albiceleste cuenta entre sus filas con un Messi encendido y en estado de gracia, quien ha mostrado buena parte de su repertorio con cinco anotaciones e igual número de asistencias, escoltado por el siempre oportuno Gonzalo Higuaín, quien suma cuatro goles.

Las lesiones han sido el único punto negro. Las bajas de Ezequiel Lavezzi, Nicolás Gaitán y Ángel Di María, quien es poco probable que se recupere a tiempo, dejan como única opción a Erik Lamela para el carril izquierdo.

También están tocados Éver Banega y Marcos Rojo, aunque Martino los forzará para incluirlos en el equipo titular.

Chile llega a la final desprovisto de la presión que se autoimpuso el año pasado, por ser el anfitrión y la necesidad de ganar el torneo.

No obstante, para los propios jugadores una victoria sobre Argentina sí adquiere un valor emocional, ya que demostraría que el título de 2015 no fue una casualidad aparejada con su condición de local.

Una de las mejores virtudes del equipo es la presión que ejerce en todos los sectores del campo, en especial dentro de la zona central, donde se hace fuerte Arturo Vidal, un futbolista con dotes de mando, visión de juego y despliegue físico.

La delantera tiene calidad y velocidad, con un Eduardo Vargas con la puntería afinada y un Alexis Sánchez que está jugando un papel fundamental en cada una de las victorias de La Roja.

En la competición, el actual monarca ha ido de menos a más. Perdió con Argentina en su debut y después ganó con muchos apuros a Bolivia y Panamá, para terminar segunda del Grupo D.

En los cuartos de final, propinó a México una goleada de indeleble recuerdo (7-0) y después, sin tener a Vidal, tumbó a Colombia (2-0) con un comienzo de juego arrollador y sin pasar apuros defensivos.

A la final, el equipo de Juan Antonio Pizzi llega con todos sus titulares a punto y su única baja es la de Pedro Pablo Hernández, quien sustituyó a Vidal en la semifinal y ha sufrido un esguince de rodilla.

Marcelo Díaz, recuperado de una contractura, regresará al centro del terreno, al lado de Vidal y Charles Aránguiz, trío que buscará frenar a Messi.

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