A fuerza de solidaridad, la selección chilena de futbol logró satisfacer las expectativas de un pueblo que sabía que era la ocasión ideal para ser campeones sudamericanos.

Desde el protocolo, fue conmovedora la forma en la que entonaron el himno nacional chileno. Como una sola cosa, aficionados y jugadores cantaron con todo fervor las notas que les dan representatividad y pertenencia. Ahí, con esa fe desmedida, le metieron el primer gol a los argentinos.

Nadie duda del talento de esta generación de futbolistas chilenos de época, pero el empuje de los hinchas ha jugado un papel determinante en esta coronación. Ha sido un juego a la altura en intensidad, desgaste físico y ambición de parte de ambos.

Fueron 90 minutos y la extensión, de lucha de gladiadores. Nadie dio por perdido un solo balón. Nadie dejo de pelear por cada centímetro de pasto.

No hubo tanta pirotecnia individual, más bien vimos dos equipos muy compactos a la hora de defender y atacar. Con los espacios tan limitados, no hubo forma de que aparecieran los solistas para aportar genialidades desequilibrantes.

Mientas Di María y Pastore trataban de ayudar a quitarle protagonismo a Messi, repartiendo las cucharadas de talento, los chilenos apostaban por un ritmo frenético e intenso a la hora de atacar. Y funcionaba. Argentina sintió varias veces en defensa el rigor de ese frenesí, pero no reportó daños en el marcador. Y los pamperos prefirieron frecuentemente el latigazo como respuesta, a ese acoso territorial de los chilenos, pero no tuvo tampoco efectos.

Bravo sacó con reflejos gatunos un remate a quemarropa de Agüero y se ponía el traje de héroe nacional, hasta que se lo arrebató Alexis con un cobro penal de fantasía. Y ahí me quiero detener. En el instante en el que Alexis carga en los hombros con las ilusiones de millones. Se le nota seguro, satisfecho, como disfrutando el gozo aún antes de cobrar. No se le nota angustiado. Está sereno y respira con regularidad. No está sudando, no está ansioso ni parpadea. Luego trota para encargarse de la historia futbolística de su país. Medio segundo antes de acariciar la pelota, Romero se ha vencido y Alexis sabe para donde irá el balón y sabe que será gol. Y listo. El caudillo ha logrado liderar al ejército rojo a la conquista más importante de su pasión por el futbol.

Y qué fácil es describirlo. Pero Alexis pasa a la historia por haberse hecho cargo de una responsabilidad monumental que sólo los consagrados e inteligentes emocionalmente, son capaces de procesar exitosamente. Chile sí jugó con 12. Jugó con el impulso conmovedor de un pueblo que inspiró a esta única y gran generación de futbolistas andinos.

Twitter: Javier_Alarcon_

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