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La Ciudad de México recuperó ayer uno de sus monumentos más emblemáticos, El Caballito. La última vez que los capitalinos vieron a Carlos IV y a su caballo, el rostro sonriente del monarca estaba marcado por manchas naranjas y verdes provocadas por un líquido que le dejó heridas graves en 2013. Después de siete meses en terapia intensiva y una inversión de 7.5 millones de pesos, la escultura retomó ayer su galope con una nueva piel en tono oscuro.

La cubierta blanca que desde el domingo envolvía la obra de Manuel Tolsá fue retirada ayer por la mañana en una ceremonia presidida por la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, y el jefe de Gobierno de la Ciudad, Miguel Ángel Mancera. Alrededor de la Plaza Tolsá se dieron cita medios de comunicación, trabajadores que colaboraron en el proyecto, funcionarios, miembros de la sociedad civil que alertaron sobre los daños, comerciantes y trabajadores de la zona, y una vez que cayó el velo, vinieron las fotografías, los videos, las selfies. Hacia el mediodía, la plaza que lleva el nombre del escultor valenciano que fundió la pieza hace más de 200 años se convertía en atracción para transeúntes y turistas.

En el Patio de los Leones del Museo Nacional de Arte, García Cepeda y Mancera destacaron la labor conjunta para recuperar esta pieza que, dijeron, se ha convertido en un símbolo de la capital al ser un testigo de la vida cotidiana. Mancera habló del compromiso que el gobierno de la ciudad, que en 2013 contrató a la empresa que dañó la escultura, tiene con el patrimonio histórico. Indicó que se trabajó en conjunto con el INAH y destacó también los trabajos que se realizan en Reforma, dónde se construye la Línea 7 del Metrobús: “Estamos juntos en la restauración de nuestras estatuas en el paseo de la Reforma, que requieren también una intervención puntual”.

Más tarde, cuestionado sobre la lección que el gobierno de la ciudad debe aprender sobre esta fallida restauración y lo proyectos polémicos que involucran al patrimonio, como la del Metrobús, el director del INAH, Diego Prieto, dijo que “si hay que intervenir patrimonio histórico o arqueológico, deben incorporar al INAH, que es una institución prestigiada sin la cual pueden resultar accidentes como este”.

Denuncia en la PGR, sin razones. En el MUNAL, los encargados del proyecto de restauración que comenzó en noviembre de 2013 hablaron del proceso que implicó recuperar la escultura, de los análisis químicos e históricos que se necesitaron para elegir el acabado final, en tono verde oscuro, que se le daría a la pieza: “No se está reproduciendo el color original, el que estaba en el momento en que se inauguró la obra en 1803. Cuando hablamos de capa original nos estamos refiriendo al material de origen, lo que vemos ahora es ese material de origen en su condición actual, con sus 200 y tantos años de envejecimiento... estamos haciendo una interpretación a partir de la evidencia del material que hallamos”, precisó Jannen Contreras, coordinadora de los trabajos de restauración. Para llegar a esa decisión, dijo, se contó con la asesoría de expertos europeos.

Durante la reunión con los medios, las autoridades del INAH recalcaron el arduo trabajo que implicó la restauración de la pieza desde que el instituto se hizo cargo en abril de 2016, pero no dieron mayores razones sobre los avances en torno a la denuncia que interpusieron desde octubre de 2013 ante la PGR por daños al Monumento Histórico. “En el aspecto de la PGR, pues creo que hay que preguntarle a la PGR, yo no tengo el seguimiento de la denuncia. Hay una denuncia penal, por su puesto, y supongo que tenemos derecho a la información y podemos pedir la información para que nos indiquen en qué estado se encuentra el expediente de la averiguación previa”, expresó Diego Prieto.

Ante la insistencia de la prensa sobre si el INAH no da seguimiento a las denuncias, el funcionario señaló que una vez que la interpone, el instituto es una instancia coadyuvante y es la Agencia del Ministerio Público Federal la encargada de hacer las averiguaciones. “Sabemos que el expediente está en su fase de integración”, dijo. Más tarde, el INAH aseguró que la investigación sigue en curso.

Durante los trabajos de limpieza del pedestal, los especialistas hallaron una cápsula del tiempo que fue colocada en 1979, cuando fue trasladada de la glorieta de Bucareli. Contenía monedas de la época, documentos y planos. Al sellarla, colocaron documentos y objetos que atestiguan esta intervención. “No vamos a decir qué es para que cuando se haga la siguiente intervención, la encuentren”, dijo Arturo Balandrano, director de Monumentos Históricos.

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