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La propuesta del gobierno capitalino de reubicar la fuente virreinal de Chapultepec para la construcción del Centro de Trasferencia Modal (Cetram) no es una idea que parta de cero. En la capital hay varios ejemplos de traslados y reubicaciones de monumentos o inmuebles con valor artístico o histórico. El más conocido es el de la escultura ecuestre de El Caballito, que antes de llegar a la Plaza Tolsá, donde se encuentra actualmente, había trotado por varios puntos de la ciudad. Historiadores dicen que quizá sea el monumento que más traslados ha tenido.

La reubicación del Monumento a Cuauhtémoc en Reforma es otro ejemplo; en años recientes se dio el desplazamiento de una casona porfiriana en Reforma y Río Elba, donde se edificó la Torre Reforma. Los Indios Verdes, la Diana Cazadora y la fuente del Salto del Agua, cuyo original está en el Museo del Virreinato en Tepotzotlán, son otros casos.

Algunos han sido más afortunados y aceptados que otros, pero cada una de estas reubicaciones ha sido motivada por cambios urbanos, para darle paso a nuevas obras o por razones de conservación. Pero ¿cuáles deben ser los criterios y decisiones para reubicar un monumento o inmueble con valor cultural? ¿Se descontextualiza al cambiarlo de su lugar original?

La historiadora Elsa Hernández Pons, investigadora del INAH, señala que un factor determinante para la reubicación de monumentos es “la utilidad social”. Es decir, puede ser viable moverlos o reubicarlos si el fin es darle cabida a proyectos que beneficien a la sociedad, como la construcción de una escuela o un hospital. La normatividad del instituto lo prevé, asegura.

También puede ser viable si la integridad del monumento está en juego. Eso sucedió, recuerda, cuando se sustituyó la fuente original de Salto del Agua por una réplica: “Fue una solución que se tomó para proteger una pieza que se empezaba a deteriorar por la lluvia ácida”. No obstante, la copia quedó en el mismo espacio sin cambiar el contexto. Sin embargo, opina, que el desmantelamiento que se pretende hacer con la fuente virreinal en Chapultepec es “aberrante”: “No le veo ninguna utilidad social. Es un proyecto que nadie necesita y que, además, alterará la visual y el contexto histórico de Chapultepec”, dice.

Los monumentos están ligados a determinados momentos históricos y, conforme pasa el tiempo, adquieren una connotación simbólica entre la ciudadanía que los hace suyos, por eso a veces resulta polémico cambiarlos de lugar, refiere la historiadora Ximena Montes de Oca Icaza, del Instituto Mora, quien en 2004 colaboró en los trabajos de salvamento durante la reubicación del Monumento a Cuauhtémoc. En este caso, explica, fue una decisión que las autoridades tomaron para desahogar el tráfico en la intersección de Insurgentes y Reforma, a donde el monumento había sido trasladado una primera vez, en 1949. Su segunda reubicación, comenta, también buscaba dignificarlo y devolverlo cerca de su emplazamiento original, donde desde su inauguración adquirió una connotación simbólica muy importante.

Inaugurado en 1887, respondiendo al discurso de exaltación del pasado prehispánico que buscaba Porfirio Díaz, la efigie dedicada al último tlatoani azteca era muy visitada por la población, le llevaban ofrendas y realizaban actos cívicos a su alrededor. Con su figura, refiere la historiadora, se hicieron infinidad de objetos; la primera cervecería mexicana, fundada en Monterrey en 1890, tomó su nombre y hasta hoy utiliza como logotipo la escultura del monumento. “Era muy importante y cuando se movió de lugar (la primera vez) perdió esa connotación porque quedó en un crucero sumamente transitado y era casi imposible acercarse para admirarla, el lugar no permitía que el visitante permaneciera mucho tiempo ahí. En ese caso sí perdió la relevancia que había tenido en un principio”, comenta.

Todo depende del valor que la sociedad le da a los monumentos, añade la historiadora. “Mover la Columna de la Independencia sería prácticamente imposible porque es muy representativa del país y la ciudadanía está familiarizada con ella”. En cambio, señala, hay otros como las esculturas de los Indios Verdes que han ido de un lado a otro buscando —sin suerte— ser aceptados en algún sitio.

Hazañas de ingeniería. Detrás del movimiento de cada monumento o inmueble hay también un gran trabajo de ingeniería y en la Ciudad de México, en los años recientes, se dio un caso que ha sentado precedentes al utilizar extraordinarias técnicas de ingeniería para desplazar un inmueble histórico entero. Se trata de la casa de cantera rosa, ubicada en Reforma y Río Elba, donde se edificó la Torre Reforma. Para construir este rascacielos, el despacho LBR Arquitectos, en colaboración con ingenieros de la UNAM y con autorización del INBA, tuvieron que mover la casa 18 metros, luego fue devuelta a su lugar original. El proceso, explica a este diario Julieta Boy, gerente de proyecto, consistió en construir una especie de “charola” debajo de la casa, luego se montó sobre gatos hidráulicos y fue lentamente desplazada, cuidando en todo momento la integridad del inmueble catalogado como de valor ambiental. “Siempre nos pareció importante destacar la jerarquía que tiene esta casona”, señala la arquitecta, quien considera que al final la casa conservó su valor patrimonial y se integró a un nuevo contexto arquitectónico. El ejercicio, dice, demuestra cómo pueden cohabitar diferentes épocas.

En el aire. Sobre el destino que le espera a la fuente Virreinal de Belén, en Chapultepec, el INAH asegura que sigue evaluando el proyecto de intervención, por lo que aún no ha emitido ninguna autorización para su traslado o desmantelamiento.

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