Terry Gilliam, fundador de la mítica compañía Monty Python, opinó hoy en Barcelona, a punto de estrenar en el Gran Teatro del Liceo su versión de Benvenuto Cellini, que la ópera es "una especie en peligro de extinción", que morirá "si no llega sangre nueva de público".

Acompañado por su asistente en la dirección de escena, Natascha Metherell, Guilliam mostró su satisfacción por poder ofrecer en la capital catalana su segundo proyecto operístico, visto ya en Londres y Amsterdam, en el que son protagonistas la música de Héctor Berlioz, que calificó de excesiva y maravillosa, y la peripecia del orfebre y pintor florentino Benvenuto Cellini.

Para el ortodoxo director, se trata de un "desafío", tanto por la temática de la obra, sobre el éxtasis que produce el hecho creativo y el fracaso que puede comportar, como por la música, de alguien -Berlioz- que con "sus excesos nos lleva a nuevos territorios, siempre empuja más allá las fronteras de lo que es posible".

A su juicio, en un mundo cada vez más pequeño, "necesitamos de locos como Berlioz".

Sin esconder que en el ámbito de la ópera es "un aficionado", que solo realizó el montaje de La Condenación de Fausto, y Terry Gilliam subrayó que este hecho, "que podría parecer negativo, es bueno, porque no sé cuáles son los límites".

"Tengo ideas, se las presento a Natascha, y ella se sacrifica para ir más allá de lo que se ha hecho en el pasado. Es como llevar estas ideas a un acantilado y empujarlas, pero, en vez de caer, vuelan", describió.

A su lado, Metherell asintió en el sentido de que se trata de un "reto colosal, enorme, en el que los cantantes y los que participan trabajan muy diferente con Terry a como lo hacen con otros directores, aunque también dicen que es la experiencia más enriquecedora y potente que han tenido".

En este punto, tampoco escondió que si en la partitura, por ejemplo, hay 23 minutos de música de celebración, Gilliam apuesta por no recortar nada "y que en el escenario llegue a haber un centenar de personas, entre solistas, acróbatas, músicos y niños, todos acompasados".

Terry Gilliam recordó que el lugar donde se estrenó la obra en Londres no fue concebido al principio como un teatro de ópera sino como un "music-hall".

"Tengo la sensación -comentó- de que no presentamos una ópera, sino un espectáculo popular, un auténtico 'show', la raíz verdadera de la ópera de los siglos XVIII y XIX, que, desgraciadamente, en nuestro siglo ha sido sustituido por la televisión".

Es por este motivo que él apuesta por estos montajes con más de cien personas en escena y que comporta que un público más joven que el habitual acuda a verlos, como hizo con La Condenación de Fausto.

En el caso de Benvenuto Cellini, que ofrecerá seis únicas funciones en Barcelona entre el 8 y el 19 de noviembre, cree que narra "la misma historia de siempre, pero de una manera diferente, con otro estilo para llegar al corazón mismo de la obra, a la esencia pura, todo decidido de manera consensuada para que el resultado final sea lo más potente posible".

sc

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