El presidente de la , Carlos Anaya Rosique, estimó oportuno “aprovechar a y su obra literaria para volver a nuestras raíces y costumbres, porque lo que él hizo fue ir a lo que somos como mexicanos”.

Lo anterior en el marco del centenario del escritor que nació el 16 de mayo de 1917 en su casa familiar de Apulco, Jalisco, aunque fue registrado en la ciudad de Sayula, donde se conserva su acta de nacimiento, “para volver a nuestras raíces y costumbres”.

“Este centenario del nacimiento de Rulfo es una extraordinaria excusa para que nos volquemos hacia nosotros mismos y veamos hacia nuestro ombligo nacional; este es un año extraordinario para revalorar al autor de Pedro Páramo y El llano en llamas”, añadió Anaya.

Recordó que Juan Rulfo no necesitó escribir mucho, “pero escribió con gran profundidad lo que es México”, abonó quien antes de convertirse en un acreditado librero ya era un lector consumado, y en ese sentido recordó que la primera vez que leyó a Rulfo fue en la década de 1960. “En esos años de vorágine tuve una época de mucha lectura de literatura mexicana y latinoamericana”.

Carlos Anaya Rosique leyó en aquellos años no sólo a Rulfo, también a Agustín Yáñez, Luis Spota, Carlos Fuentes y otros más, como Juan Rulfo, y los cuentos mexicanos que siguieron el camino de lo que ya había hecho don Martín Luis Guzmán, la gran novela de la Revolución, Mariano Azuela, y todo ello, fue parte de su formación como buen lector, sin embargo, “no puedo decir que la obra de Rulfo me marcó o es lo que más me agradó”.

No obstante, definitivamente sí es parte de la formación del entrevistado, quien reconoció que con el paso del tiempo, revisitar esos clásicos de la literatura mexicana y volver a ese autor es una experiencia extraordinaria.

Acotó que vale la pena conocer algunas de las muchísimas y muy bellas ediciones que se han hecho de esos dos títulos, con notas a manera de introducción, fotos, textos muy valiosos, y ensayos que enmarcan a ese autor.

El entrevistado recordó también que Juan Rulfo vivió en la pequeña población de San Gabriel, pero las tempranas muertes de su padre, primero (1923), y de su madre poco después (1927), obligaron a sus familiares a inscribirlo en un internado en Guadalajara. Durante sus años en San Gabriel conoció la biblioteca básicamente literaria de un cura, depositada en la casa familiar, por eso a lo largo de su vida tuvo presentes esas lecturas.

Una huelga de la Universidad de Guadalajara impidió a Rulfo entrar a ella, por lo que se mudó a la Ciudad de México pero ante la imposibilidad de revalidar los estudios hechos en Jalisco no pudo ingresar a la Universidad Nacional, pero asistió como oyente a los cursos de Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras y se convirtió en un conocedor muy serio de la bibliografía histórica, antropológica y geográfica de México.

Durante buena parte de las décadas de 1930 y 1940 viajó extensamente por el país, trabajó en Guadalajara y en la Ciudad de México, y a partir de 1945 comenzó a publicar sus cuentos en dos revistas, América, de la capital del país, y Pan, de Guadalajara. La primera de ellas significó su confirmación como escritor, gracias al apoyo de su amigo Efrén Hernández; publicó fotografías por primera vez, también en América, en el año 49.

Abandonó su trabajo en una empresa fabricante de neumáticos a principios de los años 50 y en 1952 obtuvo la primera de dos becas consecutivas (1952-1953 y 1953-1954) que le otorgó el Centro Mexicano de Escritores, fundado por la estadounidense Margaret Shedd, quien fue sin duda la persona determinante para que Rulfo publicara en 1953 El llano en llamas, donde reunió siete cuentos ya publicados en América y le añadió ocho nuevos.

En 1955 lanzó al mercado Pedro Páramo, novela de la que publicó tres adelantos en 1954, en las revistas Las letras patrias, Universidad de México y Dintel. En 1958 terminó de escribir su segunda novela, muy breve, El gallo de oro, que se publicó hasta 1980. En 2010 apareció la edición definitiva de esta última obra, después de una revisión cuidadosa del original que eliminó errores e inconsistencias de la versión previamente conocida.

nrv

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