La escritora argentina Samanta Schweblin, que se alzó con el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero por "Siete casas vacías", una reflexión sobre la imposibilidad de las relaciones familiares, dice que vivimos con una idea de "normalidad muy tonta".

"Durante los primeros años de vida, vivimos con una idea equivocada de la normalidad y ese deseo de la normalidad es muy tonto. Todos somos muy particulares y esa lucha por ser normales, iguales, implica esa fatalidad de que la comunicación siempre falle, cuando hay más de una persona", explica la autora.

Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) está considerada como una de las autoras más brillantes de la nueva narrativa latinoamericana.

Afincada en Berlín, donde reside desde hace dos años y donde dirige talleres literarios, esta escritora maestra del relato está feliz y contenta por haber ganado ese prestigioso premio español, dotado con 50 mil euros (54 mil 500 dólares), que convoca Denominación de Origen de Ribera del Duero y la editorial Páginas de Espuma.

Schweblin fue seleccionado por el jurado de entre finalistas de la talla del boliviano Edmundo Paz Soldán, o los españoles Alberto Olmos y Cristina Cerrada.

"Siete casas vacías" es el tercer libro de cuentos de la autora y en él reúne un conjunto de relatos que indagan en la "normalidad rara o la rareza de lo normal", a través de "situaciones familiares o conflictos vecinales en los que predomina el costumbrismo perverso que explora los amores desviados y las formas más singulares de ternura", señaló el jurado que falló el premio.

La escritora a los once años estuvo mucho tiempo sin hablar ni decir ni una sola palabra y la directora del colegio al que iba, dijo a la madre que la llevara a un psicoanalista -"como todo argentino", subraya. Dijeron que no me pasaba nada, que era normal, pero que lo que ocurría es que no me interesaba nada de mi entorno".

Una aventura con el silencio que la ha perseguido toda su vida y que la ha llevado a preferir "escribir a hablar", sostiene.

"Mi manera de hablar era escribir, sobre todo, porque mantengo una lucha interna con el lenguaje. Hay escritores que les provoca placer escribir; a mi me cuesta, porque es una batalla", añade.

Y ese conflicto con la comunicación, con la palabra, con el desencuentro en el diálogo, protagonizan estos cuentos, que en su mayoría se desarrollan en un entorno familiar.

"Siempre hay algún fallo cuando hay más de dos personas en el diálogo porque hay algo que es incomunicable, porque siempre hay ruido en las intenciones. Me interesa el núcleo familiar porque es la primera instancia donde estas cosas empiezan a pasar. La familia es la unidad de tensión mínima del ser humano, es donde comienza la palabra como incomunicación", argumenta.

La autora de "Distancia de rescate" defiende el cuento, el relato breve, en parte por ser lectora de cuentos y por proceder de un país lleno de los mejores cuentistas y en parte también por su obsesión por el tiempo, que es "un lujo". "No creo que se pueda desperdiciar un momento", recalca.

Schweblin, que se ha psicoanalizado, dice que seguro que esta terapia si la influyó en su escritura, "porque funciona como un espejo", pero que lo que ha sido definitivo en su obra es haber sido una lectora empedernida, "porque la lectura te invita a la introspección, a la empatía con los personajes, con las preguntas, te anima a pensar cosas nuevas".

Y aunque ahora vive en Berlín, asegura que volverá a su país.

Este tiempo en la ciudad alemana le ayuda porque vive en "una nebulosa". "Soy una extraña allí y eso me hace meterme en mi mundo para escribir, no soy nada alemana, pero allí compro mi tiempo mucho mejor que en Argentina", concluye esta autora que tiene en su narrativa influencia norteamericana y esa "oscuridad y magia", que posee la literatura del Río de la Plata.

rqm

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