Mientras Francia presenta en la Bienal de Arte de Venecia, que se inaugura el sábado, su original propuesta multidisciplinaria de escultura musical de Xavier Veilhan, renombrados artistas como el danés Olafur Eliasson y el estadounidense Mark Bradford reivindican sus preocupaciones sociales.

Con el título "Estudio Venezia", Francia invita a numerosos músicos a formar parte de la sugestiva escultura, que será adaptada en junio de 2018 para el centro Kirchner de Buenos Aires y para el Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología de Lisboa, en Portugal.

Los comisarios Lionel Bovier y Christian Marclay (este último ganó en 2011 el León de Oro al mejor artista por su fantástico The Clock), convirtieron el pabellón francés en un estudio de grabación en el que tendrán cabida todo tipo de música.

Los compositores podrán tocar y grabar dentro del amplio espacio de madera que transmite con impecable calidad sus creaciones artísticas, mientras el público es testigo de excepción de este acto creativo íntimo.

"Sí, es verdad, es como entrar en el vientre de la música, como estar en el interior de un instrumento. Un estudio de grabación es uno de los últimos instrumentos que se han inventado, es otro instrumento más de la música, que permite modificarla y amplificarla, lo que no se podía hacer en el pasado", confiesa Veilhan en una charla con la AFP mantenida antes de la apertura el sábado de la gran cita internacional del arte.

Mientras habla, se escuchan las notas refinadas de Tommaso Cappellato tocando la batería, lo que genera un respetuoso silencio en los primeros visitantes, entre ellos periodistas, galeristas y directores de museos.

Un piano, una batería con platillos muy particulares, un teclado son algunos de los instrumentos alojados dentro de la escultura construida con listones grandes y claros como los que se usan en los auditorios.

Por la escultura, que ocupa todo el pabellón realizado en 1912 por el ingeniero veneciano Faust Finzi, desfilarán durante los seis meses de duración de la bienal un centenar de músicos, cuyo trabajo podrá ser admirado a través de una aplicación por internet y del que podrán disponer libremente.

"Esto ha sido un trabajo colectivo, si bien el concepto original nace de una idea mía, todos tratan de desarrollarlo lo mas fiel posible a la idea original", confiesa el artista, que cuenta con expertos en sonido y propone también una experiencia sensual, "que no separe lo físico y lo cerebral", explica.

A las sesiones de música, más que conciertos, han adherido músicos de distintas formaciones, entre ellos la compositora contemporánea Eliane Radigue, el cantante Sébastien Tellier y el pianista Alain Planès.

El pabellón francés, en la zona de Jardines, a pocos pasos del de Reino Unido y del alemán, no es el único que presenta una exposición poco clásica.

Austria impacta con la obra de Erwin Wurm: un camión de ocho ruedas de pie, otra escultura que rinde homenaje a la técnica, al automóvil y a la modernidad.

Rusia sorprende con su metáfora del nuevo orden mundial, con una suerte de esculturas futuristas sombrías para narrar con muñecos y maniquíes mecanizados de yeso "el cambio de escena" por el que atraviesa el mundo con el temido poder de la máquina.

La artista Grisha Bruskin representa con esas figuras híbridas blancas la realidad humana en los tiempos modernos.
Tras el primer día de apertura a la prensa, el pabellón alemán asombra con las 'performances' de la joven Anne Imhof en las que enfrenta al observador, que camina sobre tarimas transparentes, con los observados, aplastados bajo el vidrio y vigilados por perros de guardia de raza dóberman.

Fascinante resulta el pabellón de Estados Unidos, que este año apuesta por el artista afroamericano Mark Bradford.

Sus gigantescos collages realizados con desechos y material descartable inundan el pabellón y son, como reconoce el extrovertido artista a la AFP, "un mensaje político" a su presidente para que no olvide a las capas de la sociedad más excluídas.

"No he querido venir a Venecia y limitarme a exponer mis obras", confiesa a la AFP el cotizado artista, quien desde hace más de un año colabora en un proyecto social con presos en Venecia, contribuyendo a la apertura de una tienda para vender objetos y artesanías que realizan, -camisetas, alimentos-, como parte del programa de reinserción social.

Lo social, las crisis humanitarias, los refugiados son la preocupación también del artista Eliasson, quien instaló en el pabellón central del sector Jardines un taller de trabajo donde un grupo de unos 20 "solicitantes de asilo" y voluntarios del proyecto Green Light fabrican lámparas de luz verde diseñadas por él, las cuales son vendidas para aportar fondos a la organización humanitaria médica italiana Emergency.

sc

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