El fotógrafo estadounidense Steve McCurry, reconocido, entre otros trabajos, por la imagen de la niña afgana que ocupó una portada de National Geographic en 1985, ejerce de hilo conductor en un documental que pretende reflejar una forma de ver la vida y la condición humana.

Un proyecto que arrancó hace tres años y que ya ha llevado al equipo de rodaje por Europa y Birmania, que proseguirá en Afganistán, India, Siria y Nueva York, y que desde hace unos días se está filmando en República Dominicana y Haití, siendo la isla "La Española" el único territorio latinoamericano donde se desarrolla el metraje.

A pesar de que la cinta se basa en la vida de McCurry, las localizaciones son elección del director, Denis Delestrac, quien lleva con absoluto secreto esta singular empresa y apenas desvela datos sobre el documental, que responde a una idea que les rondaba a ambos por la cabeza desde que se conocieron y trabajaron juntos hace 17 años.

Aun así, Delestrac reveló, en declaraciones que aún les queda un largo camino por recorrer y que, aunque las ubicaciones de rodaje están más o menos establecidas, no trabajan sobre un guión predeterminado, y se van dejando llevar por lo que surge sobre la marcha.

Excepto por estos detalles, el mutismo en torno al proyecto cinematográfico es total, y el propio McCurry se resiste a dar algún detalle. Se muestra tan hermético con este tema como cuando se le pregunta por el escándalo causado por las acusaciones de uso de Photoshop que el año pasado empañaron su emblemática carrera.

McCurry, considerado como uno de los principales exponentes del fotoperiodismo mundial, fue el foco de duras críticas al denunciarse que había manipulado algunas de sus fotografías, circunstancia que él atribuyó, inicialmente, a uno de sus asistentes.

En fotoperiodismo no se admite manipulación alguna de la imagen más allá del retoque del color, y en diversas instantáneas del mítico fotógrafo, cuyo nombre está ligado a Magnum o National Geographic, compañeros de profesión afirmaron que habían detectado modificaciones digitales, principalmente la eliminación de elementos que parecían molestar a su autor.

Sin embargo, McCurry asegura que todo aquello no le ha condicionado en nada, "no entiendo que me haya afectado ni positiva ni negativamente. Todos queremos trabajar con la mayor calidad y excelencia", afirmó en una entrevista.

En su momento, una de las explicaciones que adujo fue que él ya no es fotoperiodista, sino un contador de historias. Hoy por hoy, McCurry tiene la suerte de hacer lo que quiere, de complacerse a sí mismo, puesto que no depende de un editor que le indique lo que debe hacer, dónde, o de qué manera.

Su trayectoria y años de trabajo le permiten elegir hacer lo que desee, "y lo que me fueran a pagar (por complacer a otro) no sería suficiente", afirmó.

De modo que, en su caso, el paso del género fotoperiodístico al de contador de historias responde a un porque puedo. "No tengo que responder ante nadie", afirmó.

"Solo se vive una vez. No hay una regla que diga que tienes que hacer lo mismo por siempre. Lo ideal es que la gente, según madura, evolucione y cambie", expuso.

Aprovechando su estancia, por primera vez, en República Dominicana, McCurry va a impartir esta noche una clase magistral organizada por Global Foundation que ha generado una gran expectación entre los profesionales de la fotografía, muchos de los cuales no podrán asistir a esa charla, puesto que no hay plazas suficientes.

El contenido versará sobre su experiencia personal y profesional, cuál ha sido su proceso en la fotografía y cómo se relaciona con esa disciplina, a la que ha hecho aportaciones archiconocidas, como el ya mencionado retrato de la niña afgana de penetrantes ojos verdes.

Dice que nunca se ha planteado que esa imagen, una de las más representativas del siglo XX, haya eclipsado el resto de su trabajo, "no me importa, no me interesa. Esa pregunta sería como ver la vida con el vaso medio vacío", y él prefiere ver el vaso medio lleno.


sc

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