¿No sería maravilloso que hubiera semáforos proyectivos que analizaran la información de vehículos conectados a la red para saber cuándo llegará una fuerte afluencia de tráfico y controlarla mejor? Suena a ciencia ficción, pero lo cierto es que ya es una realidad.

Durante la conferencia Smart Cities vs Urban Solutions que impartió en el marco de la Reunión General de Ciencia y Humanismo II de la Academia Mexicana de Ciencias, el director de la compañía Urban Solutions, Álvaro Porcuna de la Rosa, explicó que el ejemplo anterior es solo uno de muchos que demuestran que el futuro ya nos alcanzó, aunque aún hay mucho camino por recorrer.

“Viniendo del mundo de la planeación urbana puedo decir sin temor a equivocarme que la mayor parte de los planificadores urbanos no creen en las ciudades inteligentes porque es un tema que exige una inversión que en muchos casos se tiene que distraer de otras necesidades tan básicas como el agua”. Pese a esto, Porcuna continuó explicando, que no podemos obviar que vivimos en un mundo donde las conexiones y las telecomunicaciones cada vez crecen más, lo que trae consecuencias sociales.

Para la mayoría de las personas es impensable trabajar hoy en día sin celular, los ciudadanos cada vez se sienten más empoderados gracias a las redes sociales, conocen más su ciudad, y la mentalidad emprendedora está creciendo (el sueño de un trabajo fijo de oficina se vuelve cada vez más obsoleto), todo esto sin mencionar que ahora los signos de estatus se están invirtiendo y empiezan a brillar más aquellos que en vez de poseer un auto usan el servicio de taxi Uber o los préstamos de bicicletas.

Pero los cambios no solo se quedan a nivel social, como detalló Porcuna, las ciudades inteligentes generan grandes posibilidades de desarrollo económico porque su ambiente tecnológico atrae.

“La ciudad digital de Guadalajara nació como un proyecto de desarrollo económico y no cómo un experimento de desarrollo tecnológico”, comentó.

La pregunta sobre si es posible o no, ya quedó atrás, ahora lo que los planeadores urbanos y las personas en general deben de cuestionarse es por qué deberían de apostar por estas ciudades inteligentes que requieren tanta inversión cuando las megalópolis cuentan con retos más apremiantes como energía limpia, transporte, seguridad, eficiencia en la producción de servicios, gestión presupuestal, resiliencia a desastres naturales, equidad social y empleo, entre otros.

Y la respuesta recae en que las ciudades inteligentes pueden ayudar con todos estos problemas, ya sea combinando infraestructura con servicios públicos tradicionales, posibilitando una economía abierta, colaborativa, ubicua que esencialmente es urbana, y permitiendo la organización ciudadana, la sociabilidad de las ciudades y la transparencia.

“La ciudad inteligente incorpora al ciudadano y no sólo le da información sino la posibilidad para responder ante ella y que pueda expresar su opinión hacia cómo se está gobernando su ciudad; permite la reorganización de la misma en tiempo real gracias a todos los datos, intercambio de información y capacidad de respuesta”.

Porcuna se muestra optimista cuando dice que “llegará un momento en que la planificación que hacemos hoy en día, los planificadores urbanos van a ir disminuyendo en importancia contra la planificación que se hace en tiempo real porque ya los sistemas van a ir viendo cuáles son las tendencias y cómo tenemos que ir organizando la ciudad para que sea más eficiente”, pero ese día aún se ve lejano, principalmente porque, afrontando la realidad, “No se está invirtiendo todo lo que se debe y es importante generar esas agendas para que este tipo de innovación se produzca”.

jpe

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