La presencia de un metal llamado magnetita en los cerebros de personas que vivieron y murieron en la Ciudad de México, descubierta por un grupo de científicos de la Universidad de Lancaster, Inglaterra, abona a la investigación sobre los factores de riesgo que produce la enfermedad de Alzheimer, consideró Clorinda Arias Álvarez, del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM.

“Es un hallazgo importante, porque demostraron que las nanopartículas de magnetita encontradas en el cerebro provienen de los automotores, van a la atmósfera y entran al cuerpo al inhalarlas por la vía nasal”, señaló la especialista.

Aclaró que un tipo de hierro es endógeno, es decir, producido por el organismo, pero en poca cantidad y tiene una forma dentada. En cambio, el encontrado en el estudio tiene la forma de esfera, característica de metales de combustión, y se halló en grandes cantidades.

Esto es trascendente porque la contaminación ambiental puede ser un factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer, como lo son los alimentos grasos y azucarados y el sedentarismo, subrayó.

Estudio en la UNAM

Arias estudia los mecanismos básicos que producen esa afección y los factores de riesgo que la causan.

Tiene tres modelos de estudio: neuronas in vitro, animales (ratas) in vivo y ratones transgénicos. En ellos profundiza en la presencia de la proteína beta-amiloide, que produce unas placas rígidas cuando hay Alzheimer que modifican la estructura neuronal.

“No sabemos qué las origina, pero sí que la beta-amiloide aumenta con alimentos ricos en grasas y azúcares. Ahora este hallazgo invita a estudiar el factor de la contaminación ambiental”, dijo.

También analiza en estos modelos la presencia de otra proteína, llamada Tau, la cual es responsable de formar marañas en las neuronas, que impiden la comunicación entre ellas y ocasionan en los pacientes la pérdida de memoria.

“La investigación de ambas es fundamental para entender el Alzheimer, pues las dos aumentan cuando existe esta enfermedad”, sentenció.

Ahora, los resultados de Universidad de Lancaster, publicados en el Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), abre aún más las líneas de investigación sobre contaminación ambiental y sus efectos, no sólo en pulmones y corazón, sino en el cerebro.

“Para evitar el Alzheimer hay que comer sanamente, con una dieta baja en azúcares y grasas, hacer ejercicio, y ahora vivir en un ambiente sin tanta contaminación”, finalizó Arias.

jpe

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