“Tengo un perro negro y su nombre es depresión. Cuando este perro negro aparece, me siento vacío y la vida parece detenerse. Él puede sorprenderte en cualquier ocasión con una visita, sin ninguna razón. Este perro negro tiene la capacidad de hacerme sentir y ver más viejo. Cuando el resto del mundo parece estar disfrutando la vida yo sólo puedo ver a través de él. De repente, las actividades que normalmente me provocaban placer ya no me interesaban…”

Así empieza uno de los videos en los que Matthew Johnstone, un ilustrador y escritor que sufre de depresión utiliza a un perro negro como metáfora para explicar la manera en la que se siente y lo duro que puede ser vivir con este padecimiento estigmatizado socialmente.

El video está disponible en YouTube y fue producido junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) como parte de una campaña que busca sensibilizar y quitarle el estigma a este padecimiento que está bastante extendido y afecta alrededor del mundo a 300 millones.

El término “depresión” es muy utilizado, pero pocas veces definido, bien entendido y usado realmente de la manera correcta. Se le suele asociar con la tristeza, pero la realidad es que la depresión es mucho más compleja que eso.

“Por cualquier fluctuación en el estado de ánimo solemos decir ‘estoy deprimido’, pero la depresión es un trastorno del estado del ánimo, es decir, que éste puede verse disminuido y haber apatía, pérdida de interés en las cosas, irritabilidad, enojo, o aplanamiento emocional, lo que hace que la persona sienta que todo le da lo mismo”, explica Adriana Ortiz, sicoanalista de Fundación APTA.

En este sentido, Matthew Johnstone lo explica muy bien: “Tener un perro negro en tu vida no se trata de sentirte un tanto abatido o triste, sino de sentirte totalmente desprovisto o vacío de sentimientos”.

Este padecimiento puede ser provocado por una multiplicidad de causas, tanto sociales, sicológicas y biológicas y quienes han estado desempleados, expuestos a un luto o han tenido traumatismos sicológicos, tienen más probabilidades de sufrirla, según explica la OMS.

Incluso hay algunas enfermedades que pueden producirla, como las cardiovasculares.

Este perro negro puede tener varias causas —o ninguna aparente— y afectar todas las áreas de la vida del individuo.

“Puede ocasionar desde un gran sufrimiento y alteración de las actividades laborales, escolares y familiares hasta, en el peor de los casos, llevar al suicidio”, señala esta organización. Es algo que puede volverse recurrente y que puede afectar el desempeño en el trabajo y la capacidad para afrontar la vida.

En dinero

Además de lo doloroso que es este padecimiento para quienes lo sufren, la depresión también ocasiona pérdidas monetarias. Según un estudio elaborado en ocho países (incluido México) por la London School of Economics and Political Science, este padecimiento tiene consecuencias “devastadoras”.

Hay 9.5 millones de personas deprimidas en el país y en términos de productividad —las personas faltan o atienden al trabajo mientras se encuentran mal—, cuestan más de 14 mil millones de dólares al año.

“Los trabajadores mexicanos suelen trabajar durante un episodio de depresión, impactando su productividad y su desempeño en el trabajo”, señala este estudio.

Y las cifras son contundentes: 65% no tomó días para tratar estos episodios y 23.8% usó sólo de uno a cinco, el restante (sólo poco más de 10%), se tomó más de 20 días.

Tan sólo los que asisten al trabajo sin encontrarse bien, hacen que se pierdan 11.3 mil millones de dólares. La depresión tiene un impacto más negativo en los empleados más educados y con mayor puesto dentro de la empresa, debido a que están encargados de dirigir a otros y los efectos negativos se sienten hacia debajo de la cadena, según este análisis.

Hay niveles

La depresión se manifiesta en distintos niveles. Para efectos de su medición y estudio, se le llaman episodios depresivos y para ser considerados como tales deben durar dos semanas.

En general, se trata de una pérdida de la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas, cansancio, disminución de la atención y concentración, pérdida de confianza en sí mismo, ideas de culpa, perspectiva sombría del futuro, trastornos del sueño y pérdida del apetito.

No es necesario tenerlos todos, ni sufrirlos en la misma intensidad, de hecho, el número y la intensidad de los síntomas determinan si un episodio es leve, moderado o grave.

“Las personas con episodios depresivos leves tendrán alguna dificultad para seguir con sus actividades laborales y sociales habituales, aunque probablemente no las suspendan completamente. En cambio, durante un episodio depresivo grave es muy improbable que el paciente pueda mantener sus actividades sociales, laborales o domésticas si no es con grandes limitaciones”, explica la OMS en un manual.

Al hablar de leve o moderada lo que se ven afectados son los procesos de atención, porque la persona tiene menos energía para dedicarla al trabajo.

“Los síntomas cognitivos son un factor crucial que afecta el desempeño laboral en personas con depresión”, según el análisis de la London School of Economics and Political Science.

Así que si te está costando mucho trabajo concentrarte y realizar las tareas que antes hacías sin el menor esfuerzo, es momento de atender esta situación.

“Existe una pérdida de la eficiencia y en la capacidad de concentrarse pero si se tiene una atención adecuada tiene muy buen pronóstico”, señala la sicoanalista.

Cuando es leve, el ejercicio físico puede ayudar a combatirla, pero el tratamiento y la valoración sicológica son una recomendación si se detectan estos síntomas.

En México, el trabajo enferma

Por desgracia, en el país las condiciones laborales distan mucho de ser las mejores. Los mexicanos son los trabajadores que más horas pasan laborando, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Luego le sigue Costa Rica, Corea y Grecia. Y esto, hace que la gente se enferme. Según datos de la UNAM, si una persona trabaja 11 horas al día está dos veces más propensa a padecer depresión y si lo hace durante 55 a la semana, el riesgo de un infarto se incrementa en 33%.

“Parte de este problema se debe a que quienes organizan estos esquemas son los patrones y lo hacen con pocos acotamientos por parte de la autoridad. Ellos establecen los horarios de entrada y salida, salarios, niveles jerárquicos en las empresas y hasta las obligaciones de cada quien, al tiempo que entorpecen y frenan cualquier intento de impulsar mejoras en este ámbito”, explica Rodolfo Nava, especialista en salud en el trabajo y académico de esa institución en un comunicado al respecto.

A las horas excesivas se le suma los malos salarios —México tiene uno de los salarios mínimos más bajos del mundo, el cual no alcanza ni para cubrir las necesidades básicas— y las escasas prestaciones que cada vez más precarizan más el trabajo.

“Cuando a la persona la rebasan las demandas en el trabajo y cuenta con pocos recursos de cualquier tipo para resolverlos, empieza a caer en una situación de estrés hasta llegar a la depresión”, comenta Adriana Ortiz.

Aunado a todos estos agravantes, la legislación mexicana es una de las más atrasadas en la materia, porque no reconoce como enfermedades laborales aquellas derivadas del estrés —entre éstas la depresión—, pese a toda la evidencia y literatura médica que existe, explica Rodolfo Nava.

“Si no existe un buen ambiente de trabajo, la persona puede sentirse presionada, su productividad disminuye y al final se siente deprimida”, agrega el experto.

Por desgracia, estas condiciones no hacen que cambiarse de trabajo sea fácil, lo cual puede generar un círculo vicioso.

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