El sexenio de Enrique Peña Nieto concluirá como el más violento en la historia reciente. El número de asesinatos en su mandato supera el registrado en el gobierno de Felipe Calderón.

En los meses que antecedieron a las elecciones se produjo una gravísima multiplicación de la violencia política. Se registraron 133 asesinatos de personas del medio político, al incluir a candidatos y sus familias, sus operadores y sus equipos. Votaremos en medio de un reguero de cadáveres.

Esta violencia desbocada ocurre de distintas maneras, tanto a nivel de cancha como en las alturas:

1. La disputa por el control territorial que el crimen organizado ejerce en las plazas para el narcomenudeo; el cobro de ‘piso’ a propietarios de negocios establecidos formalmente; la venta de combustible robado (huachicol); así como el tráfico y trata de migrantes.

2. Los reacomodos del ejercicio del poder desde arriba: quienes gozan de privilegios buscan preservarlos. Hay presiones indebidas para que continúe esa concesión en telecomunicaciones y radiodifusión, ese contrato de publicidad gubernamental, esa explotación minera depredadora, esa eliminación de las vedas en 300 cuencas hidrológicas.

Los que se van pierden paulatinamente el poder, mientras que quienes tomarán los hilos todavía no acaban de llegar. Este escenario de alta vulnerabilidad social es aprovechado por las bandas del crimen organizado y por los poderes fácticos para redefinir su estrategia.

Con todo, la gran mayoría de estos asesinatos se han producido contra aspirantes a presidente municipal, en la disputa por el terreno. Más que pretender ocupar cargos ellos mismos, el crimen organizado se arroga el derecho de decidir quién llega y quién no a puestos políticos donde se toman decisiones que apoyan o amenazan sus negocios ilícitos.

A las puertas de la oficina del recién electo presidente municipal llegan camionetas con una docena de hombres armados y el jefe de la banda lo encara:

Oiga presidente, ¿verdad que vamos a seguir trabajando como siempre?

Replica el alcalde: yo sólo voy a hacer mi trabajo.

Remacha el criminal: porque nosotros ya sabemos a qué hora sale su hija de la escuela…

La violencia se ha ‘normalizado’, es decir, de tanto escuchar noticias de asesinatos violentos, éstos se van trivializando y la opinión pública se vuelve refractaria, hasta que le toca a alguna persona cercana a nuestro entorno.

Los asesinatos, los secuestros, las extorsiones, el asedio al transporte y los ataques a las vías de comunicación ocurren impunemente en toda la geografía nacional, pero el 22 de junio el especialista Alejandro Hope menciona en estas páginas cinco focos rojos: Tijuana, Guanajuato, Guerrero, la Riviera Maya y el estado de Tamaulipas. En Ciudad Victoria el domingo 24 un grupo de sicarios atacó la Casa de Gobierno.

¿Ahuyentará la violencia a los electores?

La magistrada presidenta del Tribunal Electoral dice que no. Será necesario constatarlo.

La pregunta de fondo es cuándo terminará esta espiral de violencia, y cuándo los mexicanos podremos caminar en paz por las calles.

Hoy existe una expectativa de cambio real. Las baterías del nuevo gobierno deben apuntarse en dos direcciones:

a) Detectar, exponer y castigar los vínculos entre poder político y violencia criminal. ¿Quién encubre a los delincuentes? ¿quién se beneficia de los negocios criminales?

b) Seguir la pista del dinero. No es suficiente atrapar capos y arrestar a políticos corruptos si se dejan intactas sus fuentes de dinero y sus redes de complicidad. Es imperativo usar la inteligencia financiera para cortar de raíz el chorro del dinero.

La violencia política siempre es una expresión de la lucha por el poder. Asistimos quizá a un fin de época del sistema de partidos como lo conocimos. Se reconfiguran también las élites económicas.

El dinero subordina al poder político y le impone consignas.

La raíz de la violencia está en la priorización del capital sobre toda consideración de naturaleza económica, social, política y ambiental.

La ruta para abatir la violencia está trazada: la recuperación del interés público.

Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico

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