1. El movimiento de protesta en la Policía Federal (PF) no sorprende: desde que se anunció la decisión de subsumir a la corporación en la Guardia Nacional (GN), era evidente que la transición iba a ser difícil, que ubicar a policías en una institución dominada de cabo a rabo por el Ejército iba a generar malestar.

El descontento ha sido visible desde hace mucho tiempo: a inicios de mayo, por ejemplo, policías federales empezaron a circular fotos y videos sobre las (pobres) condiciones en las que se realizaban los cursos de inducción a la GN. Hace 10 días se hicieron públicas las quejas sobre alimentación, alojamiento y equipo de los policías federales enviados a hacer tareas de control migratorio. Y esas son apenas las manifestaciones más visibles del enojo que se ha apoderado de la PF desde hace meses.

2. En el conflicto hay un problema de formas: nadie en posición de mando, ya sea en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) o en la propia PF, se tomó la molestia de explicar con claridad a los policías el proceso de transición a la GN, incluyendo las implicaciones en términos de adscripción, antigüedad, remuneraciones, prestaciones y rangos. Si la PF se volvió un hervidero de rumores, es por el fracaso rotundo de la SSPC para comunicar con claridad en el interior de la institución lo que se venía.

3. Existe asimismo un problema de fondo: en el diseño mismo de la GN, los policías federales son tratados como elementos de segunda. En términos de la ley orgánica, ser coordinador territorial o estatal de la GN requiere 30 y 20 años de antigüedad, respectivamente, en el cuerpo de origen. Eso excluye de arranque a prácticamente todos los que provengan de la PF, una institución fundada en 1999. Añádase a lo anterior que los elementos militares tienen un virtual pase automático a la GN, mientras que los policías federales están siendo sometidos a una batería de pruebas físicas, médicas y sicológicas. Ante esas evidencias de trato desigual, era sólo cuestión de tiempo para que explotara el descontento.

4. Todavía más de fondo, hay una incompatibilidad de culturas organizacionales entre las Fuerzas Armadas (particularmente el Ejército) y la PF. En los institutos armados se precia la disciplina sobre todas las cosas. En la PF, hay más espacio para la iniciativa y la acción individual. Combinar en una sola corporación instituciones tan disímbolas en sus principios básicos es receta infalible para generar fricción y conflicto; peor aún, cuando esa combinación se da en pie de desigualdad para una las partes.

5. El actual conflicto en la PF es apenas la primera probada de las enormes dificultades administrativas y organizacionales que enfrentará la GN en los meses y años por venir. Viene el problema de homologar los muy dispares niveles de sueldo y prestaciones que tendrán de arranque los integrantes de la GN. Dice el titular de la SSPC, Alfonso Durazo, que esa homologación se dará “gradualmente”. Esa es palabra en clave para decir que esa fuente de conflicto persistirá por años. Más en lo inmediato, la nueva corporación va a tener que lidiar con una avalancha de amparos y litigios laborales que ya han interpuesto o interpondrán policías federales y militares adscritos a la GN. Y está la dificultad no menor de crear decenas de miles de plazas en la SSPC y transferir entre dependencias un sinfín de equipos e instalaciones. Si les va bien, van a estar concluyendo esos procesos hacia el final del sexenio.

6. Es muy feo decir que se les dijo, pero se les dijo, de todas las formas posibles, que esto iba a suceder. En el gobierno, no quisieron escuchar: aquí está el resultado.

alejandrohope@outlook.com
@ahope71

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