El cine es para mí un arte que puede expresar con mucha fuerza y gran belleza los mundos subjetivos. Cuando una película logra recrear en su lenguaje una época pasada y nos permite entrar a la intimidad de una familia, entonces ha logrado una narrativa creíble y auténtica. Antes le decían cine de autor y es lo que Alfonso Cuarón hizo con Roma: un ejercicio muy personal que lo llevó —a través de sus recuerdos— a filmar lo que pasó con su familia hace casi 50 años. Desde la mirada de un niño y su nana, vemos cómo era el país, la Ciudad de México y la colonia Roma. El director lo hace con una magnífica fotografía en blanco y negro, con un guión que recrea atmósferas reales, fantasías infantiles y dramas de adultos.

Con un ritmo lento y envolvente Cuarón maneja la cámara en planos traveling y secuencias que retratan un mundo marcado por clases y razas, en donde la lengua y el trabajo estructuran y distribuyen afectos y prejuicios. El personaje central, Cleo, una mujer de Oaxaca, hablante de mixteco, es la empleada doméstica y en un sentido la bujía de esa familia, pero es, al mismo tiempo, marginal, invisible; su valor afectivo está cifrado en el cuidado que hacía día y noche de los cuatro niños con los que estaba todo el tiempo. El drama de Cleo es causado por la relación con un tipo extraño que sale del vicio mediante las artes marciales y termina convertido en un halcón asesino de estudiantes en aquel jueves de Corpus; un personaje violento que se niega a aceptar el embarazo de Cleo. Como en espejo está Sofía, la otra mujer, la madre de familia de cuatro hijos a la que su esposo, un médico del Seguro Social, abandona por otra pareja.

Resulta asombrosa la recreación fílmica de la colonia Roma en 1970, porque nos muestra cómo ha cambiado una ciudad en casi 50 años: con sus enormes salas de cine, el tranvía de Insurgentes, los autobuses color crema, los taxis cocodrilo, las fondas, el banco Serfin, los vendedores ambulantes y los enormes carros Ford Galaxie, que representaron el esplender de una época. Aparecen también los primeros años de Ciudad Nezahualcóyotl, que en medio del lodo y la tierra anunciaba la migración masiva del campo a la ciudad. No faltan los detalles sutiles de una trama política que estaba visible en la propaganda del inicio sexenal de Echeverría y de Hank González al frente del Estado de México. Esos personajes que gobernaban un país muy autoritario, en donde la disidencia estudiantil era reprimida, como sucedió con el halconazo de 1971. Hay dos viajes que muestran algunas experiencias de esa familia, cuando van a una hacienda en donde aparecen los resabios clasistas y la secuencia de la playa, en donde resalta el heroísmo de Cleo, que logra salvar a dos de los niños sin saber nadar.

El motor de Roma es la memoria y, quizá, por esa razón la película ha despertado tanto interés. El regreso a un pasado reciente es un viaje a la nostalgia, a esa infancia que quedó, —para mi generación— en el inicio de los años setenta. Los referentes importan y más cuando son los que aparecen en la película. En mis recuerdos queda esa colonia Roma en donde cada verano venía en tren con mi familia, desde el norte, a visitar a la abuela, y en compañía de mi hermano recorría esas calles y con mucha frecuencia entraba a esos cines. Esta recreación se vincula a momentos que no están en blanco y negro, sino en los colores de mi memoria. Tal vez cada quién tiene una Roma propia en donde regresa a la memoria de su infancia.

El cine de Cuarón ha logrado un alto nivel de calidad, por eso comparto los múltiples comentarios positivos sobre Roma: que es la película del año; una de las mejores del cine mexicano; la obra más acabada del autor; una vinculación entre lo íntimo y lo político y una larga lista de adjetivos que la califican como de extraordinaria. Roma ha sido premiada en Venecia con el León de Oro y tiene por delante varias nominaciones importantes (los Globos, el Goya, quizá un Oscar). Ojalá reciba otros premios, estoy seguro que serán muy merecidos.

PD. En estos días, cuando termina un año intenso y memorable, baja el frenesí cotidiano y llega el tiempo para desear a los lectores que el 2019 sea un buen año para todos…

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