¿Cómo podemos saber quiénes van arriba y quiénes abajo en la intención del voto? Yo creo que las mediciones más confiables -conste que no digo precisas porque con el desastre de las encuestas eso ya sería mucho pedir- son las que no se publican, las que los partidos y sobre todo el gobierno obtienen para guiar sus campañas. Y la única manera de inferir qué dicen sus números es observar hacia dónde apuntan los cañones. La saña con que el #priñanietismo ha atacado a Ricardo Anaya, por ejemplo, es síntoma de que el abanderado del Frente ha dejado cada vez más atrás al representante de Enrique Peña Nieto, José Antonio Meade.

Otro indicador de éxito o fracaso en una contienda electoral es la continuidad o el viraje en la estrategia. Los cambios drásticos, las decisiones audaces, suelen ser provocados por el rezago. Y el grado de riesgo muestra el nivel del hundimiento: el golpe de timón es señal de naufragio. Va otro ejemplo. La decisión del mentor y “destapador” de Meade, Luis Videgaray, de promover otro encuentro de Peña Nieto con Donald Trump es prueba inequívoca de que la candidatura #priñanietista va en picada. La idea de juntarlos es asaz peligrosa. Supongo que en su valoración del análisis costo-beneficio el canciller asume que, de salir bien la reunión, el beneficio sería muy alto, pues de otro modo no se explica asumir un costo tan elevado. Me imagino que, de sus conciliábulos con Jared Kushner, Videgaray colige que el presidente de Estados Unidos se va a portar bien y va a decir algo que ayude mucho a Peña y a Meade, pero conociendo el impredecible comportamiento de Trump cualquier cosa puede suceder.

¿Qué puede decir Donald Trump que levante la ínfima aprobación de Enrique Peña Nieto y reviva la agonizante campaña de José Antonio Meade? ¿Que su país no saldrá del TLC? Quizá, si ya se llegó a un acuerdo, aunque parece improbable. ¿Que no construirá el muro o que no se lo cobrará a México? Imposible. ¿Que suavizará sus políticas antiinmigración o que no desaparecerá el DACA? Lo primero es impensable y lo segundo está en la cancha del Senado. Y lo más importante: si Trump dice algo fuera del script, algo impertinente que hiera la susceptibilidad de los mexicanos, ¿qué hará Peña Nieto? Si se vuelve a agachar como lo hizo cuando consumó su error histórico en Los Pinos, recibiría la puntilla; y si le respondiera con firmeza y dignidad ganaría en popularidad pero no mandaría el mensaje que quiere dar en el sentido de que su actitud sumisa con el presidente estadounidense ha dado frutos.

¿Y Meade? ¿Cómo ganaría Meade? La respuesta fácil es que de la misma manera, porque si gana Peña gana él. Pero eso presupone que seguirá pegado al presidente, que no tomará distancia, y si este es el caso estará perdido porque se reforzará la percepción de que es un prestanombres electoral de un personaje tóxico. ¿Y cómo perdería más Meade? Si se da el escenario catastrófico, en el que Donald Trump no cumple y no dice lo que sus dos amigos mexicanos quieren que diga, y si el presidente de México no lo encara, la debacle arrastraría al candidato priista, y ya sería tarde para un deslinde que por lo demás sería cuestionable. Desde luego, dado el desplome de su campaña y los pésimos antecedentes de su jefe en su manejo de la relación bilateral -para que la sociedad mexicana le perdone la humillación que le causó en aquel acto de campaña en Los Pinos tendría que ser durísimo-, cabe la posibilidad de que el canciller se conforme con una ganancia moderada y que considere que un desliz trumpiano no puede “quemar” más al #priñanietismo. Pero aun así, la jugada de Luis Videgaray parece una apuesta tan arriesgada como torpe.

Estoy cierto de que en sus reuniones con el poderoso pero atribulado yerno del presidente de Estados Unidos, el factótum del gobierno mexicano lo ha “sensibilizado”. Seguramente le ha advertido que, si su suegro no tiene un gesto de buena voluntad con Enrique Peña Nieto, el próximo presidente de México será o el izquierdista Andrés Manuel López Obrador o Ricardo Anaya -quien ha anunciado que no será su tapete-, por lo que les conviene ayudar a Meade. Pero Trump es Trump. Ya en el pasado Videgaray se ha equivocado varias veces con él, y su cabildeo diplomático en Washington ha sido un fiasco. Así que la reunión sería, por decirlo suavemente, de pronóstico reservado. Lo único que puede decirse con certeza es que se trata de una prueba más de la desesperación de quienes ven cada vez más cerca su derrota.

Diputado federal.
@abasave

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