Por alguna razón, a los británicos se les da extraordinariamente la auto celebración a su propia cultura mediante grandes piezas de buen cine. Desde la exaltación a su historia como nación a grados casi de paroxismo (The Queen, Dunkirk, Darkest Hour, Churchill), la comedia romántica que en realidad no es sino un homenaje a todo lo británico (Bridget Jones, Love Actually), hasta llegar, por supuesto, al cine fantástico que no es sino una reafirmación del misticismo inglés (las sagas de Harry Potter y de James Bond). Y claro, en esta breve lista faltan muchas más (Doctor Who, Downtown Abbey, The Crown, Monty Python).

Pero de todas ellas hay una que destaca por la insospechada sencillez y relevancia de su mensaje, la ternura inherente de su personaje y la brillante puesta en imágenes que la sitúa como una de las obras mayores de su género. Hablo, por supuesto, de Paddington.

Creado en 1958 por el escritor inglés Michael Bond (fallecido recientemente), el personaje surge luego de que en la navidad de 1956, Bond buscaba un regalo de último minuto para su esposa, no encontrando otra cosa más que un osito de peluche abandonado en algún estante en un kiosko de una estación de tren. Su esposa quedó fascinada con el regalo e inspirado con la situación, Bond escribió en 3 días el primer libro de lo que se volvería una saga literaria, una serie de tv y, hoy día, un par de películas live action con animación por computadora. El nombre de la estación de tren donde King encontró al oso es Paddington..

En la historia original de King (respetada en la nueva saga fílmica), el osito Paddington viene “del más recóndito Perú” y es encontrado por la familia Brown quienes lo terminan adoptando. Así, Paddington es un inmigrante que de inmediato adopta y se fascina con la cultura inglesa.

En Paddington 2, el siempre amable osito sigue viviendo en casa de los Brown (la adorable Sally Hawkins y el simpático Hugh Bonneville) y le escribe constantemente a su tía Lucy (que vive en Perú) sobre sus aventuras en Londres. Como ya viene su cumpleaños, Paddington busca trabajo para poder comprarle un viejo libro que encontró en una librería local. Lo que el oso no sabe es que dicho libro es muy valioso, toda vez que encierra el secreto de un viejo tesoro escondido. El villano de esta historia, el actor Phoenix Buchanan (divertidísimo Hugh Grant) roba el libro, inculpando a Paddington quien es llevado a la cárcel.

Paddington 2 entrega con éxito su mensaje primordial: cuando se es atento con los otros, todo sale bien. Lo hace a pesar de estos tiempos cínicos, eludiendo la cursilería barata o la melcocha facilona. Lo hace entregando una pieza de cine mayor, que no escatima en sus constantes intentos por armar secuencias originales que no niegan nunca sus múltiples influencias: el cine de  Charles Chaplin, de Buster Keaton y, por supuesto, el homenaje visual constante al cine de Wes Anderson, principalmente en The Grand Hotel Budapest y Fantastic Mr. Fox.

La cámara de Erik Wilson entrega mucho más del promedio que el cine infantil nos tiene acostumbrados: impresionantes planos secuencia, rupturas de la cuarta pared, encuadres simétricos y una cámara en todo momento ágil, que transmite el movimiento siempre frenético de los personajes además de jugar de manera interesante con los espacios que describen la imaginación desbordada de Paddington: aquella secuencia en la celda que se transforma selva, el fantástico paseo en el interior de un libro sobre Londres, o ese plano transversal de la cárcel que nos permite ver lo que sucede en todas las celdas mediante una sola vista.

La animación es de primer nivel, pero la magia digital sería insuficiente sin un reparto más que convincente: Sally Hawkins (siempre adorable) y Hugh Bonneville como los esposos Brown, Brendan Gleeson como el temible cocinero Knuckles y un Hugh Grant absolutamente desparpajado burlándose de sí mismo en su papel de arrogante actor venido a menos. Y por cierto, sin buscarlo, hay un momento que pareciera homenajear a The Shape of Water. Se trata de una coincidencia, pero cuando llega ese momento, es imposible no esbozar una gran sonrisa.

Paddington 2 no sólo es un filme inteligente, gracioso y divertido, sino que ahora, en los tiempos del Brexit, se ha vuelto contracultura. La nación ya no ve con buenos ojos a los extranjeros y bajo esa realidad no hay espacio para aceptar a un oso en sus filas, no por ser un producto de la imaginación, sino por ser alguien “de afuera”.

Paddington 2 se vuelve entonces uno de los últimos reductos de esa cultura que se presumía cosmopolita y abierta al mundo. El Londres que recibía con los brazos abiertos a un oso de Perú se convierte ya no en una celebración a la cultura inglesa, sino en un relato de ficción pura.

-O-

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