Atiendo a las razones de algunos amigos para votar cruzado. Para la presidencia, Claudia; para el Congreso, Morena no.

Me explican que el voto cruzado llevaría a un Congreso donde Morena y sus partidos afines no tendrían una mayoría calificada, lo que le obligaría a negociar cada reforma con los partidos de la Oposición.

Tendría que debatir con ellos, matizar, trocar, convencer: es decir, emplearse en las buenas formas de una Democracia.

Ajá. Correcto. Estoy de acuerdo, en teoría.

Solo que en la realidad sería distinto.

Con quienes Claudia tendría que negociar es con Alito Moreno y Marko Cortés, que igual que se pusieron a la cabeza de las listas de los legisladores plurinominales del PRI y del PAN, se pondrán a la cabeza de sus bancadas del Congreso.

Y la historia reciente nos ha mostrado qué y cómo negocian esos caballeros.

Nada para los ciudadanos. Para ellos y sus compadres, notarías, dinero en efectivo, fueros a criminales.

Alito y Marko sentarían a Claudia Sheinbaum a una mesa para extorsionarla, no para favorecer o proteger a sectores ciudadanos en las reformas.

Después de todo, se trata de los mismos caballeros que suspendieron los procesos democráticos al interior de la Alianza de sus dos partidos.

En el proceso para elegir el candidato a la presidencia, cuando Beatriz Paredes empezó a despuntar, le alzaron la mano a Xóchitl Gálvez.

En la CdMx, cuando 6 aspirantes apenas se preparaban para contender para ser el candidato al gobierno de la Capital, los sentaron a una mesa para advertirles:

–Será Taboada, porque es nuestro gallo. Y si a uno de ustedes no les gusta, la puerta está muy ancha.

Y en efecto, 3 de los 6 aspirantes se han ido de aquellos partidos.

Y aún podría ser peor: Alito y Marko podrían incluso suspender la democracia en el futuro Congreso: así la suspendieron hace 3 años, cuando Morena perdió ahí la mayoría y les pidió que abrieran negociaciones.

–No –declaró Marko –ni un acuerdo con Morena.

–Ni siquiera leeremos sus iniciativas –se jactó egreído su socio, Claudio X.

Y así se nos fueron los 3 años finales del sexenio, con un Congreso paralizado, que detuvo cualquier reforma.

No, el PRI y el PAN de hoy no son contrapesos útiles para los ciudadanos. Votar por ellos en el Congreso es votar por la parálisis, no por deliberaciones democráticas.

–¿Y qué con la “deriva autoritaria”? –me han replicado mis amigos del voto cruzado. –Darle a Claudia la presidencia y el Congreso es invitarla a ser una Dictadora.

Pamplinas. Otra vez un sofisma elegante, desprendido de la grosera realidad.

El hecho es que Morena ya tuvo al mismo tiempo la presidencia y la mayoría calificada en el Congreso –y no se volvió una Dictadura.

Igual que en otras latitudes sucede de común que el presidente tiene también el Congreso –y tampoco se vuelve un Dictador. En cambio usa ese momento de ventaja para avanzar reformas importantes.

3 botones de muestra de momentos así en Norteamérica, una democracia que por cierto nuestros liberales veneran.

Franklin D. Roosevelt usó su ventaja para implementar el Nuevo Pacto, que sacó a su país de la la Gran Depresión. Lyndon Johnson acabó con la segregación de los negros y aplicó programas sociales como el Medicare y el Medicaid. Y el presidente Barack Obama, gracias a un Congreso a su favor, aprobó el nuevo Medicare.

Con un Congreso de su parte, Claudia logrará implementar las reformas que han decidido el voto por ella de 6 de cada 10 mexicanos, según las encuestas. Y a quienes les da vértigo que lo pueda hacer rápido, hay que advertirles que ya se topará con otros poderes formidables que se le opondrán –y con quienes tendrá que negociar sí o sí.

El Poder Judicial. El Poder Económico. El Poder Mediático Comercial. El Poder del Crímen Organizado. Para empezar a nombrarlos.

Por eso, como lo expresé en una columna pasada, démosle a Claudia la bicicleta (la presidencia) pero con ambas ruedas (la Cámara de Diputados y la de Senadores), para que pueda, aún entre los obstáculos que esos otros poderes sin duda le colocarán en el camino, llevar las reformas que ha prometido a la realidad.

No, no votemos paradójicamente. Es decir, queriendo algo, votar por lo contrario, para que no suceda.

Votemos por una Izquierda en bicicleta –pero con ambas ruedas.

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