Desde su fundación hace poco más de 225 años (227 para ser exactos), Girard-Perregaux ha buscado la perfección en términos técnicos y estéticos. Esta búsqueda ha traído varias recompensas, como ostentar más de 100 patentes y recibir varios premios por su diseño (entre los galardones destacan la medalla de oro obtenida en la Universal Exposition of Paris y el Centenary Award del Astronomical Observatory of Neuchatel).

La pieza más emblemática del savoir-faire de Girard-Perregaux es, sin duda, el Tourbillon with Three Golden Bridges. Creado en 1884, este reloj fue una revolución por la forma en que el movimiento no se limitaba a una función técnica, sino de diseño, pues los tres puentes dorados repartidos en la esfera no sólo eran atractivos visualmente, sino que ayudaban al desempeño del guardatiempo.

A partir de entonces, la casa ha lanzado distintas versiones de este modelo como un modo de celebrar su herencia horológica. La más reciente de ellas está conformada por dos nuevo modelos llamados Puentes Clásicos, cuyo principal atractivo está tanto en sus tamaños (45 y 40 mm), así como la reducción de los puentes (de los tradicionales tres a dos).

El puente dorado de Girard-Perregaux
El puente dorado de Girard-Perregaux

El nuevo modelo Puentes Clásicos es un homenaje a la tradición y un acercamiento al diseño contemporáneo. 

En los nuevos modelos encontramos los puentes en forma de flecha y bañados en oro rosa, cuyo tamaño corresponde al de la caja, según la versión. Debajo de esta artesanía, se encuentra un micro rotor situado entre las 10 y las 11, mientras el cañón se encuentra entre la 1 y las 2. La distribución de estos elementos está pensada para que se pueda admirar el movimiento automático. Además de esto, uno de los puentes sostiene un péndulo de precisión, con lo cual se hace patente la fusión entre diseño y mecánica como unidad.

Los detalles del reloj también dejan ver la maestría de la casa. Por ejemplo, la esfera cuenta con una decoración artesanal hecha in-house, mientras los laterales de la esfera revelan dos puentes de oro biselados, redondeados, pulidos y satinados. La caja (hecha de oro rosa) es ergonómica y está acompañada por una correa de cocodrilo negra. Toque de elegancia y comodidad que siempre se agradecen.

En fin, con estos dos nuevos relojes, Girard-Perregaux puede tener la conciencia tranquila, pues es claro que su misión de crear un puente entre la mecánica y la estética está más que cumplido.

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