Habían pasado apenas unos días del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador y de Morena y ya empezaba a notarse la ausencia de poder en el Ejecutivo Federal. La renegociación del, todavía, TLCAN seguía en manos del gran equipo de la Secretaría de Economía, quienes durante unas semanas aún tuvieron la batuta para las negociaciones con Estados Unidos, aunque duraría poco tiempo. Nombrado Jesús Seade, las cosas cambiaron, al grado incluso de poner en juego los intereses a la industria automotriz, una de las más importantes -y protegidas- de México.

El “singular” estilo de AMLO ha comenzado a enrarecer el periodo de transición, que sin duda, ha sido uno de los más extraños de la historia contemporánea de México. Desde su “gira de agradecimiento” que recuerda a las giras que ha estado haciendo el presidente Donald Trump en Estados Unidos, pasando por nombramientos, renuncias, escándalos y crisis de un gabinete que aún ni siquiera ha tomado posesión, hasta la tan anunciada consulta.

Consulta que ni es tal, ni es organizada por el Ejecutivo sino por su partido político, ni tiene efectos vinculantes pero que servirá para que aquel, el próximo titular del cargo máximo en un país presidencial como este, tome su primera decisión de gran calado… sin haber tomado posesión.

El Nuevo Aeropuerto en Texcoco está a punto de pasar de ser el único gran proyecto de infraestructura herencia de la actual administración, al gran fracaso económico. ¿Qué dice el actual Presidente de que, fundamentado en una consulta sin ninguna base legal ni mucho menos Constitucional se pretenda terminar con su quizá, único legado? Nada. Silencio. Que los inversionistas hagan lo que puedan, que los miles de millones de inversión se les regresen con creces luego de que vengan los juicios por la cancelación.

O quizá no, entonces que la consulta sea la forma en que el próximo Presidente se lave las manos a algo que es imposible cancelar, que gane Texcoco y la obra continúe. ¡Que hable el pueblo! Porque nuestro presidente actual ha decidido hacer del vacío de poder su consigna para sus últimos meses.

Y mientras tanto, miles de centroamericanos llegan a México con la consigna de cruzar hasta los Estados Unidos. La Caravana Migrante se hizo presente y del actual gobierno nada sabemos. Algunos pocos funcionarios de Inmigración han salido a dar la cara pero del Presidente en funciones ni pío sobre un asunto que, como casi todo desde la campaña, divide a los mexicanos en cuanto a sus opiniones.

Peña Nieto no ha considerado importante pronunciarse a favor, en contra, en medio o al frente de un asunto de trascendencia internacional que tiene enormes repercusiones económicas, políticas y sobre todo humanitarias. Silencio, sólo silencio. Un silencio sospechoso.

Se dice que el poder no es algo que pueda destruirse, que no puede dejar de existir. El poder es algo que simplemente está ahí para quien quiera usarlo. Si el detentador oficial de ese poder decide no ejercerlo el poder seguirá ahí para quien sí quiera usarlo aún cuando no tenga oficialmente el cargo.

Enrique Peña Nieto ha dejado, de facto, de ser presidente y ha cedido todo su espacio e incluso a decidido asumir costos políticos (ya veremos a cambio de qué) que corresponderían a la siguiente administración. Habría que preguntarnos a qué costo y cuáles serán los favores. Que la cosa pase. Al fin y al cabo él, Peña Nieto, ya se fue.

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