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Rusia se ha colocado como una potencia a nivel deportivo. La suma del medallero olímpico de verano e invierno de las tres naciones históricas —la república actual, el Imperio y la Unión Soviética—, es de mil 758 preseas.

Solamente Estados Unidos supera esa marca.

Pero el deporte ruso quedó manchado por el caso de dopaje revelado en el Informe McLaren.

Más de mil atletas se vieron involucrados en actos que van en contra de la ética deportiva. Entre 2011 y 2015, 30 disciplinas fueron comprometidas. Con el pleno conocimiento del estado ruso.

El Comité Olímpico Internacional (COI) no tardó en tomar acción y, después de investigar, sancionó a la delegación para los Juegos Olímpicos de Río 2016 y los de Invierno Pyeongchang 2018.

Rusia no tardó en contestar por los castigos impuestos. Reclamaron que los actos del COI eran más una campaña política en contra, que algo digno del deporte.

Las sanciones y comprobantes de los dopajes no fueron una alarma para la FIFA, que siempre mantuvo su postura fuerte para celebrar la Copa del Mundo, por primera vez, en ciudades rusas.

La máxima organización del balompié tampoco mostró interés de que este deporte no es el favorito para los ciudadanos. El negocio ha sido la prioridad para los cabecillas en las oficinas en Zurich, Suiza.

La FIFA anunció en 2010 a Rusia y Qatar como las sedes de los Mundiales 2018 y 2022, respectivamente. Los nombramientos fueron cuestionados por la claridad de la votación de los cabecillas en la organización, al ser países de poca tradición futbolística y con mucho poder.

Uno en influencia y, el otro, en petróleo.

Cinco años después se desató el FIFAGate, que descubrió todos los actos de corrupción a manos de los líderes, como Joseph Blatter y Michel Platini, por mencionar algunos. A pesar de esto, las naciones se quedaron con la etiqueta de anfitrionas, ya que las máquinas habían empezado a construir las decenas de estadios nuevos.

Estamos a tres días de la patada inicial en el estadio Luzhniki, con el duelo entre Rusia y Arabia Saudita —poco atractivo para los ojos de los amantes del futbol—, y todo pinta para una gran fiesta, pero lo que se mueve detrás del telón da mucho en qué pensar.

El presidente Vladimir Putin mantuvo la mano firme para triunfar, sin importar el medio por dónde llegar.

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