Padecer diabetes, gastritis o hipertensión implica dificultades para cualquier persona, pero cuando se vive con un trastorno mental, además se enfrenta el estigma, así como la falta de opciones para detectarlo y atenderlo de forma oportuna.

No es un panorama nuevo y si bien se ha avanzado en el manejo de estos padecimientos, la creciente desigualdad socioeconómica y el impacto por la pandemia de COVID han agravado seriamente la frecuencia, gravedad y falta de atención a los padecimientos mentales en todo el mundo y en México.

Datos del Estudio Carga Global de Enfermedades, Daños y Factores de Riesgo indican que a nivel mundial cerca de 241 millones de personas padecen esquizofrenia y alrededor de 1851 millones presentan trastorno depresivo mayor.

En México el escenario no es mejor: se estima que el 10.87%2 de la población vive con trastornos de salud mental y por consumo de sustancias, de las cuales 3.34 millones viven con depresión (2.79%)2 y alrededor de 260 mil mexicanos con esquizofrenia (0.21%)2.

A todo esto se suma la COVID, cuyos impactos totales aún no alcanzamos a dimensionar como sociedad, pero sin duda ha evidenciado la necesidad de ver a la salud mental como una prioridad de salud pública.

Por eso creo que tiene mucho sentido que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya definido que el Día Mundial de la Salud Mental, que se conmemora este 10 de octubre, se dedique al tema “Salud mental en un mundo desigual”, pues de manera directa enfatiza la urgencia de encontrar nuevos caminos de acceso igualitario a la prevención y tratamiento de estas condiciones.

Esta fecha es una oportunidad para refrendar el compromiso de quienes trabajamos en salud por mejorar la salud mental en el mundo y alzar la voz para que todas las personas tengan acceso a una atención de salud mental de alta calidad. Es un derecho de vida que por mucho tiempo y para muchos no se ha cristalizado.

El tema "salud mental en un mundo desigual" significa abordar la brecha global de tratamiento y la escasez de inversiones en salud mental. Por eso, como responsable de una organización dedicada a la salud neurológica y mental, hago eco de tres puntos que sintetizan el llamado que a nivel global se está planteando:

  1. · Que se aumente la inversión pública para fortalecer los sistemas de atención a salud mental, con un enfoque en la detección temprana a nivel comunitario, así como la inversión pública y privada en neurociencias.
  1. · Que se alcance la paridad en la atención entre las enfermedades físicas y los trastornos de salud mental.
  1. · Que los tratamientos innovadores se evalúen con una visión centrada en el paciente, priorizando los beneficios para el paciente aportados por la innovación incremental.

Estoy convencida de que este llamado no es una ilusión. Que un enfoque con mayor priorización y que ponga a los pacientes en el centro de las decisiones es posible y hace toda la diferencia.

Una muestra de ello está en el ensayo “El enfoque danés de la salud mental”, que justo en esta fecha tan importante está dando a conocer el Ministerio de Salud 1 de Dinamarca.

Este documento describe cómo Dinamarca aborda la Salud Mental como una prioridad de política pública y desde un enfoque holístico. También detalla cómo la Digitalización es la piedra angular para encontrar nuevos caminos de prevención y tratamiento, contribuyendo a un acceso igualitario (alcanzar más personas optimizando recursos)

Realmente recomiendo una lectura a este documento, disponible en:

Este 10 de octubre sumémonos a todas las voces que buscan sensibilizar sobre el impacto de las condiciones mentales, sobre los factores que causan desigualdad y que empeoran esas condiciones. Sobre todo, sumémonos para combatir el estigma e impulsar un acceso a diagnósticos oportunos y tratamientos adecuados.

Porque #NoHaySaludSinSaludMental, hoy decimos #SaludMentalATodosPorIgual.

Sara Montero
Directora General, Lundbeck MAC (México, Centroamérica y Países Andinos)

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