Celebro y aplaudo el cambio de tono del Ejecutivo operado entre la mañana y la tarde del viernes. Abrió la mañanera con la espada desenvainada y profundizando la polémica y el tono amenazante (que por cierto tiene el mismo efecto disuasorio que las llamaditas de funcionarios en el sexenio anterior con aquello de: “bajénle” porque se enojan arriba) que después cambió en el almuerzo de los banqueros por una convocatoria a la unidad para enfrentar la emergencia. Me quedo con este último y como si de un testamento se tratara haga válido el último.

La Constitución prevé que en casos de grave riesgo para la salud pública, el secretario de Salud cumpla una función protagónica en la conducción y comunicación de la crisis a través del Consejo de Salubridad general. Es una disposición prevista en la Carta Magna y que vimos desplegarse en plenitud en la crisis del 2009; el doctor José Ángel Córdoba, quien no había tenido un papel protagónico en el gabinete, asumió las riendas de la situación con entereza y resolución. En esta ocasión eso no ha ocurrido. El secretario de Salud ha pasado a ocupar un lugar, entre decorativo y humillante, en la coyuntura actual por razones que me escapan pues curricularmente es solvente. Lo vemos empequeñecerse en las conferencias mañaneras ante una opinión pública que está inquieta por razones diversas y que requiere el discurso tranquilizador del experto.

Que el Presidente haya decidido dar toda la estelaridad al subsecretario Hugo López-Gatell no sería grave si estuviésemos en tiempos normales pero estamos ante una emergencia. Lo acaba de hacer con el subsecretario Javier May, aniquilando la autoridad de la secretaria de Bienestar sin que pase absolutamente nada. Pero cuando se enfrenta una crisis de las dimensiones que hoy tenemos, el liderazgo ministerial es fundamental; tener a un secretario de despacho solvente y en plenitud, da tranquilidad. Nadie duda que, en Tlatelolco, en Sotelo y en Marina, hay secretarios con autoridad técnica y política que auxilian al Presidente, como es lo preceptivo en un trabajo de equipo, y no solamente cumplen una silente función de acompañamiento.

La ausencia del secretario se ha cubierto con rumores y con una multiplicidad de informaciones fragmentarias y, en algunos casos, francamente falsas que el subsecretario López-Gatell no puede contener. Y no lo puede hacer porque tiene demasiados frentes abiertos que van desde el etiquetado, que lo ha llevado a una confrontación sorda con el sector privado, hasta la grave duda que genera el descabezamiento de los institutos y la operación del Insabi. No retomo ya la fallida compra consolidada de medicamentos y la incertidumbre que ha generado la desaparición de un fondo de gastos catastróficos del extinto seguro popular, pero bastaría con cualquiera de estos temas para tener ocupado al Subsecretario. Podría nombrar en estas circunstancias a López Gatell Secretario de Salud y resolver el asunto y nadie argumentaria que carece de creedenciales y solvencia.

Me queda también claro que hoy los funcionarios deberían estar ocupando todos los espacios mediáticos posibles para difundir información oficial que corte el paso a rumores y también a insidias políticas. No está el horno para bollos, es momento de que los técnicos hablen y que llenen todos los espacios que deben ocupar y no traten de estar en todas partes y al mismo tiempo entrando a todos los debates. Hoy lo prioritario es enfrentar la emergencia.

Analista politíco. @leonardocurzio

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