Los ciclos políticos son como la vida. Los afanes de una persona, así como sus obsesiones y fijaciones, mueren con ella. Su legado queda en el patrimonio que hereda y en el caso de los gobiernos en las capacidades reales que entrega a su relevo. En 21 días tendremos, una vez que hablen las urnas, una nueva inquilina de Palacio con legitimidad y un nuevo mandato. En tres semanas habrá que separar lo contingente de lo sustantivo, es decir el grano de la paja. Emitido el voto el aparato de propaganda, que en este caso ha incluido el propio gobierno de forma estridente e inequitativa, dará paso a la nueva etapa del país.

La nueva presidenta recibirá una herencia concreta, no los ardores de la propaganda. Con la misma tendrá que construir, en pocos meses, una base para materializar sus promesas y convertir el apoyo que su proyecto recibió del soberano, en políticas concretas y empezar a escribir su historia.

Se llame Xóchitl o Claudia, su primera tarea será la consolidación fiscal. Explicar por qué el gobierno puede prometer becas y pensiones sin aumentar impuestos. Ya no hay aviones que vender, ni sueldos que recortar, fideicomisos que liquidar o privilegios que rasurar. La administración está en los huesos.

La segunda será explicar por qué seguimos siendo uno de los países más violentos de la Tierra. No creo que la nueva presidenta pueda obviar el poder de las organizaciones criminales que durante el sexenio que termina no se debilitó. Al igual que ha ocurrido con los sexenios anteriores, periodistas como Anabel Hernández señalan vínculos de organizaciones criminales con sectores de este gobierno. El fantasma de otro juicio en Brooklyn se perfila desde que aparecieron tres artículos simultaneos con señalamientos poco alentadores para el gobierno que termina. Es sabido que no hay crimen organizado sin la complicidad gubernamental. Hoy las organizaciones criminales tienen más poder y el número de homicidios es superior al de los sexenios previos. La próxima presidenta tendrá que explicar por qué sin guerra contra el narcotráfico hay más muertos que con guerra declarada. El taxímetro de la violencia empezará a correr para ella ese mismo día.

Lo mismo ocurrirá con la aviación civil. Este gobierno ha podido eludir su fracaso, de la mano de sus propagandistas, con el AIFA, un aeropuerto que ni el presidente usa. La nueva presidenta no tendrá el comodín de Texcoco, pues Texcoco está muerto y enterrado y el AIFA recibe carga por decreto, no por funcionalidad. Es lo que hay; es la herencia que recibe. Lo mismo ocurre con la energía eléctrica, más allá de alegatos soberanos, hoy tenemos limitaciones evidentes en el sistema. La gasolina cuesta 25 pesos, mucho más que en Estados Unidos.

La herencia condicionará buena parte del arranque, pero hay dos ámbitos en los que muerto (políticamente) el rey, la nueva reina puede perfilar un nuevo ánimo a pesar de que muchos analistas dicen que cuando una sociedad abre la grieta la de la confrontación, del odio social, no se cierra con facilidad. Creo que después de estas elecciones persistará un ánimo de mutuo ninguneo, pero dependerá de la nueva presidenta conciliar y no estar persiguiendo científicos u organizaciones de la sociedad civil, filántropos o ambientalistas, sino tratar de tejer un discurso incluyente y constructivo. El borrón y cuenta nueva lo podrá hacer también en política exterior donde no tiene que cargar con los atavismos, prejuicios y disparates del predecesor y apostar por una participación seria y constructiva en la escena global con un ánimo de respetar a los países de nuestro entorno.

En tres semanas renace el ciclo sexenal.

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