El periodismo es el sistema nervioso que mantiene sanas a las democracias. La analogía es pertinente. Imaginemos una persona que siente dolor estomacal severo; ese malestar es una señal del cuerpo para indicar que algo no está bien. Gracias a ello va al médico, donde le detectan y extraen oportunamente una úlcera péptica, que pudo haber sido mortal. Al contrario, algunas enfermedades, como la diabetes o el cáncer, pueden ser letales en buena medida porque, a falta de síntomas tempranos, no pudieron diagnosticarse y tratarse a tiempo.

Con reconocimiento a la labor de EL UNIVERSAL y los periodistas libres de México 

De la misma forma, el periodismo –el libre, crítico y plural– , incomoda al cuerpo social y político de una democracia; pero no para dañarlo, sino para advertir sus fallas y ayudar a corregirlas. Por esta razón, quienes tienen poder suelen ver al periodismo con recelo; en efecto, en un país libre los medios informan sobre los errores de los gobiernos; los reporteros exhiben la corrupción y abusos tanto de servidores públicos como de actores privados; los periodistas de investigación documentan realidades que, de otra forma, se mantendrían opacas, desde la magnitud de una pandemia hasta la terrible crisis de los feminicidios.

El periodismo libre es también, muchas veces, la única instancia para dar voz a quienes las instituciones han ignorado: igual los padres de niños con cáncer que los familiares de personas desaparecidas. Y es, además, un canal para encontrar (al menos un poco de) justicia; así, hay muchos crímenes a los que las autoridades les prestaron atención no precisamente por convicción, sino porque se convirtieron en un escándalo mediático.

Por supuesto, el periodismo también puede contar las buenas noticias; pero, como el sistema nervioso, su mayor utilidad es cuando previene sobre los riesgos. Esto es así porque resulta fácil narrar las victorias –eso suele llamarse propaganda; pero se requiere valor e integridad para informar aquello que quienes tienen poder preferirían quedara silenciado. El periodismo conformista, que asiente y no disiente, es políticamente cómodo, pero socialmente inútil.

En México, esto es particularmente cierto y doloroso: en 2022 fuimos, por cuarto año consecutivo, el país más peligroso para ejercer el periodismo a nivel mundial, por encima de naciones en guerra como Ucrania, Siria o Yemen (Reporteros sin Fronteras). Los periodistas mexicanos enfrentan no sólo las presiones de diversas autoridades e intereses de todo tipo, sino la violencia asesina de los grupos del crimen organizado.

Hace casi cuatro años, EL UNIVERSAL me abrió sus páginas para expresar mi opinión en libertad. Aprovecho estas reflexiones para agradecer a Juan Francisco Ealy Ortiz, su Presidente Ejecutivo, y a todo el equipo de “El Gran Diario de México”. Me solidarizo ante las calumnias que, recientemente, un criminal confeso y desesperado hizo contra este medio.

Hoy, en tiempos de regresión autoritaria , México necesita más que nunca un periodismo libre, plural y crítico para mantener nuestra democracia. EL UNIVERSAL, que nació junto al Congreso Constituyente en 1916, acredita cada día, con sus contenidos, el espíritu del que habló el legendario editor del Washington Post, Ben Bradlee (clave en la cobertura de Water Gate), cuando aseveró que “La verdad, sin importar que tan desagradable resulte, nunca será más peligrosa que la mentira”.

Finalmente, también expreso mi mayor respeto y respaldo a los periodistas locales de México; muchas veces anónimos, las más de las ocasiones con pocos recursos, son quienes más peligros encaran, y también quienes mejor documentan nuestra realidad profunda.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión y muchas opciones más.

 
Senadora de la República

 

Google News

TEMAS RELACIONADOS