El movimiento feminista es auténticamente uno de los más importantes que ha dado el siglo XXI, en particular la última década en que se ha puesto a discusión y visibilidad el problema de la desigualdad que ha impactado sin duda también al lenguaje, asegura la lingüista y filóloga Concepción Company Company; para muestra cita un caso: patriarca y patriarcado, “de ser apreciativo pasó a ser despreciativo”.

La estudiosa de los cambios lingüísticos dice que la lengua es absolutamente arbitraria y esa arbitrariedad nos da libertad para resignificar y cambiar la connotación de las palabras que ya existían y han sido apropiadas y resignificadas por las feministas.

Ahí están sororidad, visibilización/invisibilización, discriminación y desigualdad; otras con el subfijo “ista” como machista y sexista, que esas siempre han sido peyorativas, y un cambio más que le parece muy significativo, destaca, que es el uso de la “e”, para llamar “nosotres”, “todes”, “somes”.

“Lo que ha hecho el movimiento feminista es ponernos a pensar en cómo hay que codificarse o cómo deben ser codificadas las mujeres en la lengua para tener mayor visibilidad. Hay un todes, somes, nosotres que está caminando, esa ‘e’ que está caminando por todas partes; ese es un cambio interesante”, como lo es también patriarca y patriarcado.

Company dice que la gramática a lo largo de 2 mil años tuvo a disposición el uso de la “e”, pero hasta ahora ha sido tomado por las feministas más jóvenes, de 20 y 30 años, que insisten en codificarse así aunque ya estaba en palabras que eran incluyentes y sin género masculino o femenino, como estudiante y comerciante.

“Las feministas activaron la ‘e’; no sé si va a quedar, a mí me parece interesante ese uso de la ‘e’, lo he platicado con minorías sexuales no binarias y esas minorías que se denominan no binarias, porque no se identifican ni con hombres ni con mujeres, están usando la ‘e’ y me parece que es un modo interesante en tanto que la lengua tenía esa disposición, esa posibilidad de que esa ‘e’ no significaba ni masculino ni femenino sino que había que meterle sintaxis para poder actualizar el código: la estudiante o el estudiante, la comerciante o el comerciante”, afirma Company.

La integrante de la Academia Mexicana de la Lengua y de El Colegio Nacional asegura que patriarca/patriarcado es la resignificación absoluta e instantánea que lleva 10 o 12 años en la palestra de la discusión.

“Siempre ha habido machos, siempre ha habido discriminación y se impacta la lengua, en la novela de García Márquez, el patriarca no tiene ninguna connotación negativa; si se busca en los corpus históricos, la palabra patriarca no tiene ninguna connotación de machismo ni de discriminación, al contrario, tiene una connotación de respeto, de apreciación, del hombre que es sabio y dirige a la comunidad”, dice.

Si se van a quedar o no, eso no lo sabe Concepción Company, porque en su experiencia de 45 años trabajando el cambio lingüístico, “estas modas cuando atañen a la morfología como el caso de la ‘e’ o el caso de ‘ista’ suelen ser muy pasajeras, o sea, no ha habido tantos cambios, los hablantes somos verdaderamente codos para hacer cambios”.

Ve posible que esta resignificación, como patriarca y patriarcado, vaya a quedar, pero no lo veremos nosotros, sino nuestros tataranietos, porque los cambios no son por decreto. Y de otros vocablos como sororidad y visibilización, señala que son palabras muy antiguas que tenían otras connotaciones, pero hoy tienen una clara carga feminista.

“El lenguaje incluyente me parece muy interesante por la efervescencia lingüística de cambios y resignificación y resemantización a la que asistimos, pero me parece peligroso… me siento obligada a decir: ‘Ojo, no le echen tanta crema al taco lingüístico porque se les va a olvidar el contenido del taco’, no le echen tanta leña al fuego lingüístico porque arde muy fácilmente, cambia muy fácilmente, se mueve y es flexible, aunque sólo nuestros tataranietos sabrán si esa flexibilidad se sedimentó o no. El fondo del problema es que en realidad, sigue habiendo grandes inequidades por género y quedarse en el lenguaje inclusivo puede convertirse en una cortina de humo”, concluye.

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