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El sueño de un trabajo formal y un mejor porvenir le costó la vida a Noemí Manuel García.

Noemí proviene de una humilde familia mazahua del Estado de México. Desde niña se distinguió por su tenacidad y cultura del esfuerzo.

Tenía 21 años y hacía el servicio social en un despacho de contaduría del edificio de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma.

El pasado 19 de septiembre era un día especial para ella y su familia. Noemí firmaría su contrato, con lo cual empezaría a trabajar por primera vez de manera formal, según su primo Rutilio García, quien dice que no se pierde la esperanza de encontrarla con vida.

Noemí es una de las personas que se encuentran atrapadas entre los escombros del edificio de seis pisos que el 19 de septiembre se vino abajo por el temblor de 7.1 grados que azotó el centro del país. A 10 días de la tragedia, no ha podido ser localizada.

“Nosotros seguimos con la esperanza de encontrarla con vida, pero sólo Dios sabe”, dice el hombre originario de San Simón de la Laguna, municipio de Donato Guerra, Estado de México.

Hay más compañeros del sufrimiento de haber perdido a un ser querido. Susana Castillo dice que está triste por la pérdida de su hermana Michelle Fernanda Castillo, quien trabajaba en un despacho contable del cuarto piso de ese edificio que a lo lejos parece un enorme pastel completamente aplastado.

Tenía 23 años. Ya no alcanzó a salir, dice Susana, consternada mientras sostiene el retrato de su hermana.

Dice que era jovial y alegre, todavía tuvieron comunicación ese martes negro, pues ella subió una foto en sus redes sociales.

También se conoció el caso de Jorge Gómez Varo, un español que trabaja en un despacho en el segundo piso. El malagueño de 33 años laboraba en la empresa Valora Consultores.

Hasta ayer las brigadas de la Unidad Militar de Emergencia del Ejército español seguían en la zona en las labores de ayuda y rescate de cuerpos que se mantenían en la zona.

De acuerdo con fuentes diplomáticas, además de Jorge Gómez Varo, podría haber otros dos ciudadanos españoles atrapados entre las toneladas de cascajo.

Mientras buscan a sus familiares, otros simplemente aguardan en tiendas de campaña la terrible noticia de que encontraron el cadáver de uno de sus hijos, sobrinas, tíos, tías.

La desesperación ha hecho que familiares de las víctimas coloquen en los postes de luz o en los ventanales de los negocios carteles con los nombres y datos de las personas desaparecidas o que se les vio por última vez en el edificio de seis pisos.

Son carteles que buscan vida, el último suspiro de esperanza.

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