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“Gracias y hasta luego, amigo”, con esta frase estudiantes, profesores y comunidad del Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México se despidieron de Édgar, Alex, Rubén, Luis Manuel y Juan Carlos, cinco alumnos que fallecieron durante el terremoto del 19 de septiembre pasado.

El homenaje se realizó en las instalaciones del Tec de Monterrey y reunió a cinco mil asistentes que despidieron a Édgar Michel Azano González, Alejandro Meza Guerrero, Rubén Ortiz García, Luis Manuel Pacheco Rosales y Juan Carlos Álvarez Díaz González.

Los jóvenes fueron recordados en sus faceta de estudiantes, deportistas y líderes, pero sobre todo amigos, hijos y hermanos. Sus compañeros llegaron vestidos de blanco y traían flores del mismo color: rosas, peonías, claveles que levantaron al aire cuando llegó el momento de darles el último pase de lista; “¡Siempre Tec!”, gritaban para acompañar el pase de lista a cada nombre.

Édgar Michel Azano González tenía 19 años y estudiaba el quinto semestre de la carrera de Ingeniería en Sistemas Computacionales; le gustaba el futbol y tocar la guitarra, el más pequeño de sus hermanos: “Fue una persona muy tenaz y dedicada que jamás tuvo frío, él nos compartía su calor”, recordó su madre en un texto que fue leído ante la comunidad Tec, “para nosotros tenía un corazón de oro que solía decir que en la oscuridad siempre hay un rayito de luz”.

Alejandro Meza Guerrero tenía 20 años y le decían Alex; estudiaba el quinto semestre de la carrera de Ingeniería en Sistemas Computacionales. Su mamá y hermano recordaron su amor por la buena música y que era fan de The Beatles, coleccionista de objetos y artículos alusivos al cuarteto de Liverpool, también le gustaban los videojuegos y la comida chatarra: “Era noble y entregado a los demás, tuvo muchos amigos”, dijo su familia.

También aspirante a convertirse en ingeniero, Rubén Ortiz García era aficionado al tenis, ajedrez y la natación. Para su abuela Ana María y su tía Lourdes, era especial puesto que era sociable y cariñoso, le gustaba ir al cine y convencía a su abuela con abrazos para que le diera permiso de salir con sus amigos, aprendía rápido y le gustaba coleccionar monedas, “fue una persona feliz que siempre vivirá en nuestros corazones”.

Luis Manuel Pacheco Rosales, de 22 años, estudiaba el octavo semestre de la licenciatura en Relaciones Internacionales, era inteligente, guapo, tenaz y sin temores, como lo recuerdan sus papás; se encerraba en su cuarto a estudiar, era puntual y cumplía en la hora para llegar a su casa: “Hermano, fueron increíbles estos 14 años que estuve contigo, fueron los mejores. Nunca dejaste de sorprendernos con tu bondad. Me enseñaste muchas cosas y siempre supe que me quisiste mucho, como yo a ti”, fue el homenaje que le hicieron.

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