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“¿Pena? Pena es robar y que te cachen. Esto de recolectar frutas y verduras no me da ninguna vergüenza. ¿Qué va a hacer la gente si no hay dinero para comer?”, señala Rosa García, mientras detrás de ella dos señoras de la tercera edad seleccionan las mejores naranjas que segundos antes fueron tiradas en este basurero de la sección de Verduras de la Central de Abasto de la Ciudad de México.

Rosa García, de 57 años, asegura que debido a la situación económica ha tenido que venir con mayor frecuencia a este mercado a recoger alimentos, porque “la crisis está fuerte. Antes venía uno o dos días a la semana, ahora vengo tres o más días a recoger cosas”.

Asegura que sus hijos la ayudan económicamente, pero a ella le gusta venir a la Central de Abasto para obtener alimentos que “con solamente una lavada y quitándole las cosas que tienen mal, están listas para comerse. Sólo que como los vendedores ya no las venderán porque según están feos los alimentos, nosotras aprovechamos eso”.

“En el mercado no puedes escoger la verdura o fruta, pero mira, aquí hasta te puedes dar el lujo de seleccionar lo que quieras. Esto no es basura, es alimento que para los vendedores ya no se puede vender, pero sí sirve”, dice mientras recoge mandarinas.

Con un chaleco rosa que le permite soportar el frío de la mañana y un pantalón café que junto con sus zapatos negros se han manchado por pisar verduras y frutas que estaban descompuestas, Rosi afirma que no cree más en las promesas que han comenzado a difundir aspirantes a cargos públicos.

“Pase lo que pase ellos siempre ganan y nosotros no. ¿Dónde están nuestros impuestos? ¿Para qué nos metemos en los partidos políticos si todas las ganancias y beneficios son para ellos? Nos prometen que nos van a dar comida, despensas, pero eso no queremos, queremos mejores condiciones, que nos saquen de pobreza”, comenta enojada.

“¡Ahí va el golpe, ahí va el golpe!”, grita un diablero tratando de subir la rampa que se ubica a un costado del improvisado basurero, mientras Rosa sigue en búsqueda de encontrar frutas y verduras. A un costado de ella, un señor de la tercera edad con sus pantalones rasgados se une para rascar y obtener, aparte de alimentos, pet y periódico para vender.

Comienzan a caer con más fuerza los rayos del sol sobre la espalda de Rosa, quien sostiene con su mano derecha una bolsa negra en la que lleva romeritos, chiles, jitomates y una piña, que serán utilizadas para su comida de Navidad. Todos recolectados de manera gratuita en ese basurero.

“A veces también llevo comida para los comedores de dos iglesias, porque como dicen los padres, es pecado tirar la comida. Es una forma de ayudar a quienes también tienen necesidad de comer”, dice a manera de finalizar la conversación porque, “me tengo que apurar porque sino me ganan lo mejor”.

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