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“¡Denle tiempo a la gente, no se muere tan fácil, en dos, tres o cuatro días, no vayan a cometer el error de meter las máquinas y los vayan a despedazar porque todavía puede haber mucha gente viva!”.

Es el llamado de desesperación de Martín Méndez Medina, luego de que lo vivió en carne propia. “Es una desesperación canija. (Estábamos atrapados) pensamos que podían llegar con una máquina, que nos iban a despedazar, qué muerte tan fea sería”, comenta.

Hay que esperar un poco para platicar con él porque una enfermera lo está revisando. Sin embargo, desde una cama de la Cruz Roja Mexicana en Polanco recibe a EL UNIVERSAL con una sonrisa y mostrándonos sus dolorosas heridas, el domingo será operado de la pierna, recuerda el martes 19 de septiembre que difícilmente olvidará.

“Quedé entre los escombros, corrí por las escaleras de emergencia pero estaban saturadas, algo me empujó, junto con otras mujeres que estaban ahí, caímos al suelo, me rompieron mi rodilla, cayeron en ella, sentimos como se desplomó la loza, aplastando a mucha gente”, agrega.

Por momentos toma su cuello, trae puesto un escapulario café y una medallita. Manifiesta que él quería ver luz y “gracias a Dios la vi”.

Ese martes fue llamado a trabajar a un edificio de la calle de Álvaro Obregón que se desplomó tras el sismo.

El cerrajero recuerda que anteriormente checó las chapas de una empresa, “las traje y al momento de regresar a ponerlas, ocurrió la tragedia, estaba con la segunda cuando se suscitó el sismo”, comenta.

—¿Fue un momento aterrador, de crisis?, los ojos se le mojan y aguanta el llanto. “Fue aterrador, un momento tranquilo, no sé qué haya pasado, todo se oscureció, había mucho polvo, tomé mi celular, lo prendí, no había señal”, recuerda.

Martín no se arrepiente de haber estado en ese lugar a esa hora. “Si no hubiera sido ahí hubiera sido en otro, cada quien tiene su destino”, dice.

Desde la sala de espera de urgencias su familia no lo deja solo, su hermano Mario Méndez está preocupado, también su hija mayor “Fabi”.

El sobreviviente, quien vive en la colonia la Paz y fue a trabajar a la Roma, asegura que en esos momentos “no piensas en nada, es como luego se tienen a los animales encerrados, muy feo, vimos con una lámpara de seguridad, no había salida, no se veía nada sólo la loza, no se cuántas horas pasaron, empezamos a escuchar helicópteros, a la gente y que movían las láminas”, relata.

De pronto él y las demás personas atrapadas escucharon a alguien que preguntaba: “¡Si hay alguien con vida, respondan! Gritábamos pero no nos oían”, recuerda Martín y mueve de lado a lado la cabeza.

“Pasó un rato, no sé cuántas horas, [estuvo 17 horas bajo los escombros] y empezamos a escuchar que afuera estaban trabajando, escuchábamos helicópteros”, recuerda.

Siempre estuvo consciente, escuchaba cómo los rescatistas movían las láminas y nos preguntaban si estábamos vivos.

“Con todo esto que pasó pienso que mi destino, gracias a Dios es estar vivo y aunque valoro más la vida, por ahora la veo como si estuviera encarcelado porque no puedo salir de aquí [del Hospital]”, bromea y de su cara se desprende una gran sonrisa.

Este domingo lo operan, le cambiarán la rótula y nos demuestra su fuerza de voluntad porque el dolor aún está presente.

Aprovecha para pedir apoyo para él y para los que aún siguen bajo los escombros. “No vayan a cometer el error de meter las máquinas con manos de chango y todo eso. En el cuarto piso donde estaba había como 40 o 50 personas y quedamos cuatro, no se cuantos más hayan sacado con vida, lo desconozco”, expresa.

Martín solicita ayuda porque tiene dos chiquitos que dependen económicamente de su trabajo y por el momento no podrá trabajar.

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