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Un soldado. Un policía. Los dos, equipados con cámaras, toman fotografías de lo que quedó del edificio que estaba en la esquina de Viaducto Miguel Alemán y Torreón.

Hay mucho polvo, tablas de madera y papeles; rocas y varillas en su mayoría fueron desechadas.

Un hombre, que todavía remueve la tierra en el lugar, se agacha para recoger una revista y hojearla. ¿A quién le habrá pertenecido? Policías y militares terminan con su misión, pero los vecinos de la calle Torreón deberán hacerle frente al predio vacío.

Ellos se quedan, aunque por el momento estén evacuados. En la calle sólo permanecen un matrimonio de la tercera edad y un pequeño grupo de jóvenes voluntarios.

Mary Carmen Santillán y José Gabriel Álvarez, la pareja de casados, viven en el tercer piso de un edificio de cuatro niveles, en Torreón número 88. La construcción, de fachada verde, resistió el terremoto y a simple vista no presenta daños, pero por el momento personal de Protección Civil les prohíbe la entrada. Ellos no quieren irse, prefieren aprovechar el día para repartir víveres y cuidar sus pertenencias. Estuvieron en la banqueta toda la noche del martes y el miércoles aceptaron dormir en la casa del hermano de José Gabriel.

Él, a sus 89 años, recuerda el martes como uno de los días más emotivos de su vida.

“Lloré porque vi a la gente súper entregada para ayudar y dar. Para todo. Fue muy emotivo, puesto que a esta edad todo es emotivo, hasta que ganen las Chivas”, comenta.

Así, armado con un bastón, pasó la tarde y la noche del 19 de septiembre amarrando cubrebocas, “no sé cuántos, quizá mil, no sé”. Y si bien José Gabriel radicaba en la Ciudad de México cuando sucedió el terremoto de 1985, confiesa que éste, el del 2017 “lo destrozó”.

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