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Diecisiete años después de alzar la voz para denunciar amenazas, discriminación y abuso sicológico de su entonces entrenador Francisco Rueda, Azul Almazán ha dejado atrás el infierno que vivió durante varios años.

“Decidí cambiar mi vida y enfocarme en mi trabajo y familia. Actualmente me siento liberada de todo lo que pasó”, comparte la ex clavadista.

Almazán, quien representó a México en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, denunció los abusos de los que era objeto en 2001 y su valentía la llevó a un autoexilio necesario.

“Me fui a vivir a Estados Unidos, porque enfrentar una cosa así es muy doloroso, muy fuerte, te expones a comentarios que no esperabas, a versiones increíbles de las personas que te rodean. Mi consejo para quienes padecen esta situación es que se acerquen a la familia y tengan una meta. Cuando tu cabeza está ocupada, pueden aventarte las piedras más grandes y no te tiran”.

Azul, quien entrena a un grupo de pequeñas gimnastas en la UNAM, explica que la clave para evitar los abusos en el deporte es preparar a los entrenadores.

“Aunque la atracción sucede porque es la naturaleza humana, como víctima tienes que identificar cuando alguien comete un abuso y como victimario tienes que darte cuenta cuando estás entrando a ese patrón. Debemos educar a las personas que están a cargo de niños y niñas para que conozcan el código de ética”.

La confianza entre un entrenador y un atleta llega a ser muy estrecha, añade Azul.

“Hay una diferencia muy pequeña entre la confianza paternal y la atracción física. Es inevitable que una joven deportista o un entrenador atlético llamen la atención, pero hay una línea que no se debe cruzar.

“Se puede ver la belleza en el deporte pero no cruzar los límites”, asegura Almazán.

Al preguntársele sobre los signos de alarma en situaciones parecidas.

“Cuando empiezas a sentir que te estás traicionando, cuando la relación con tu entrenador empieza a hacerte dudar de tus valores. A veces la relación con ellos es mas íntima que la de un padre y hay que tener mucho cuidado”.

Para combatir el abuso en el deporte se debe también aleccionar a las nuevas generaciones, asegura.

“Las niñas deben decir lo que no les gusta, preguntarse por qué deberían ir a comer con el entrenador o pasar la noche trabajando. Si se cae en esa trampa y la persona es violenta o poderosa, es difícil salir. Cuando pasan estas cosas hay que decírselo a todos, hay que exponer a las personas abusadoras que dañan tanto el alma”.

Además de ser profesora, Azul también trabaja en la empresa familiar y en un proyecto enfocado en potenciar a los clavadistas mexicanos.

“Haré lo imposible para apoyar a mi disciplina. Mientras siga con vida voy a hacer todo para que sigan llegando los resultados”.

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