Las millennials son una generación de mujeres más independientes económicamente pero enfrentan la precarización del sistema laboral y de seguridad social en México . En ellas persisten mitos del amor tradicional. Son un estereotipo, sin fundamento sociológico, utilizado por el argot mediático para definir a la generación nacida entre 1980 y el año 2000. Sin embargo, la realidad social de ésta es muy amplia para encasillarla.

La diversidad entre las mujeres nacidas en esta generación está determinada por la clase social, las reminiscencias culturales, la edad, la preferencia sexual, la educación, los antecedentes familiares y su contexto (rural o urbano).

Aunque comparten algunas coincidencias: son más conscientes de las desigualdades de género, de clase,
de los problemas ambientales, son más críticas con la política y buscan alternativas en causas sociales.

El acceso a la información y las tecnologías ha abierto puertas a múltiples formas de ejercer la sexualidad y expresar la fe; la actuación de los políticos partidistas ha generado desconfianza en las formas tradicionales de hacer política, en las mujeres nacidas entre 1980 y el año 2000. Las afinidades y desencuentros de las mujeres de esta generación se manifiestan en sus historias que tienen como escenario los 'Méxicos' de la precariedad. He aquí un conversatorio con algunas de ellas.

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#Un México independiente

Emilia es la primera regidora independiente que ha llegado al poder municipal en México. A los 17 años, su trabajo como encuestadora le permitió conocer las comunidades más alejadas, darse cuenta que “la desigualdad en México nos rebasa”. Luego se involucró en otras luchas como consejera universitaria hasta llegar al movimiento estudiantil “Yo soy 132” en 2012. En los diversos escenarios políticos en que participaba se dio cuenta que a las mujeres se les trata con base en estereotipos de género, existe el acoso sexual; “en las asambleas los compañeros te arrebatan la palabra”.

Con este descubrimiento se definió como una feminista. Considera la participación política como una oportunidad para la organización ciudadana. En 2016 formó, junto con comerciantes, académicos y sociedad civil organizada, la agrupación Cabildo Ciudadano; decidieron participar en la brega electoral por la presidencia del municipio de Zacatecas. No ganaron, pero obtuvieron un escaño en el cuerpo colegiado. Desde ahí, Emilia se ha distinguido por ser la opositora al régimen político. La política tradicional no le va bien a esta joven de 30 años: “Un día estás hablando de justicia social con un actor de izquierda, y al día siguiente está en la derecha, cambiando su postura”, afirma que le cuesta confiar en las personas de la política de partidos.

Ante el proceso electoral presidencial, Emilia lamenta que no haya propuestas concretas en lo que se refiere a la desigualdad de género y problemas ambientales. Esta mujer no tiene ídolos, no cree en dioses: “Yo creo en el ser humano. Las personas tenemos la capacidad de desarrollar virtudes sin caer en el dogma”. La autoridad es uno de los paradigmas que más se cuestiona, incluso en su experiencia como madre de una niña de 10 años a quien ha criado sin el apoyo económico del padre, de quien se separó. En cuanto a su relación con los hombres, suele tener relaciones amorosas largas, pero también busca su independencia y autonomía.

Esta economista egresada de la universidad pública dice respecto a la academia: “Hay mucha soberbia. La universidad queda mucho a deber a la sociedad en ser crítica, participativa e incluso humana”. Le molesta el elitismo.

La información para ella es algo fundamental, le gusta revisar constantemente Facebook e Instagram desde su celular, el cual también usa para bajar aplicaciones que diviertan a su gata o para hacer presentaciones de power point que luego usa en su actividad pública como regidora. La rebelión de Emilia también es contra los estereotipos sexuales: yo me puedo enamorar de una persona por lo que es, no por lo que tiene entre las piernas”.

Emilia

Regidora independiente

Estereotipo en tiempos de precariedad
Estereotipo en tiempos de precariedad

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#Sin espacio para la diversidad

Gema suaviza el tono de voz cuando habla de su miedo por los perros. Es una de las pocas, entre las amistades de su generación, que tiene un trabajo estable. A sus 27 años ha manejado a 150 personas (mayormente mujeres) a la vez, en cinco maquiladoras diferentes. Le gusta la naturaleza y los pequeños pueblos mágicos. Todos los días nada una hora después de laborar de 7:00 de la mañana a 5:00 de la tarde. La maquila en la que trabaja se dedica a fabricar tarjetas electrónicas para compañías transnacionales de autos.

En la maquila no ha estado exenta de sinsabores, sufrió el escarnio público al ser exhibida en una página anónima de noticias en Internet: entre otras cosas, se le cuestionó su preferencia sexual lésbica. Tuvo que cambiar de empleo y no fue fácil conseguir uno nuevo, como no lo es vivir discriminación para ocho de cada 10 mexicanos, según CONAPRED. Después de varios intentos fue contratada por la empresa de outsourcing de una nueva maquiladora.

En México, el salario promedio en el país es de $4,500 al mes. Si tomamos en cuenta estos parámetros, a Gema le va bien en su empleo, gana 25 mil pesos mensuales pero que la empresa terciaria que la contrató retiene alrededor del 15% de lo que debería ganar.

Gema tuvo que abrirse camino en una área diferente a su preparación académica, estudió la licenciatura en informática y una maestría en administración en una universidad pública. Primero se incorporó a los medios de comunicación administrando páginas web. Ahí daba vuelo a su gusto por la tecnología, pero su salario era tres veces menor a lo que hoy percibe. Hoy le gustaría ser gerente de una planta aunque está consciente de que el camino no es fácil, su salario en trabajos anteriores era menor al de los hombres. “Es el compadrazgo, resulta que son amigos del de nóminas o gerente”, cuenta. Las mujeres ganan aproximadamente 25% menos que los hombres, según el INEGI.

Gema aún vive con su madre y padre. Pronto piensa vivir en la casa de INFONAVIT que compró. En sus planes no está una familia tradicional. “Me gustaría casarme con la naturaleza”. Actualmente tiene una novia que conoció en Facebook. Llevan una relación estable y monógama aunque con diferencias: su pareja quiere hijos y matrimonio.

Gema habla de su rechazo a maternidad, en parte por “la inseguridad política, social y económica que se vive en México”. Viendo a futuro, ella prefiere creer en “las energías y en la buena vibra”, que en la política mexicana o en la religión.

Gema

Empleada de una maquiladora

Estereotipo en tiempos de precariedad
Estereotipo en tiempos de precariedad

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#“No soy hija de papi”

Nació en 1994. Su piel está cubierta de símbolos, en el antebrazo lleva a una mujer con el universo dentro de sí, tiene 'rayada' la leyenda “bad luck is better than no luck” y en una costilla, un tatuaje con la palabra Narciso en griego. Viaja sola y lo que le atrae de viajar es arriesgarse, observar nuevas culturas, debatir con otras realidades. Suele quedarse en hostales es una forma económica de viajar y una manera de acercarse al mundo de otros jóvenes.

Trabaja desde el segundo semestre de la carrera de diseño y no por necesidad, sino para crecer profesionalmente. En algún momento le gustaría hacer una maestría en Estados Unidos. “Nunca trabajaría en algo que no sea diseño”, dice que en su experiencia laboral ha tenido salarios precarios y la sensación de que, cuando le pagan $500 a la quincena, lo hacen como un favor y no como un derecho.

Para Mara, las marcas comerciales son importantes, está consciente de ser consumista y del bombardeo mediático para adquirir productos de belleza, tecnología, ropa y zapatos. “Ahora las marcas se presentan con causas sociales, saben que eso vende. También venden estatus” expresa sobre los hábitos de consumo de personas de su edad. Lo que sí confiesa que hace por estatus, es tener un iPhone, aunque su computadora Mac sí es una herramienta indispensable para sus tareas. La influencia norteamericana se nota en la costumbre de usar palabras en inglés. Mara nació y creció en una metrópoli fronteriza de México.

Defender sus ideas es muy importante para ella. Participa en debates en Facebook, se asume como feminista y su postura le ha costado que la llamen “feminazi”. Es “heteroflexible”, tirando hacia la bisexualidad, término que aprendió en Internet, aunque no ha tenido experiencias lésbicas. Solía usar Tinder, pero ya no usa esta aplicación pues considera que las personas que encontró ahí, están más orientadas a establecer relaciones sexuales que a descubrir sentimientos.

De ninguna manera piensa tener hijos en los próximos siete años. “Antes de proveer, hay que disfrutar”, y expresa su desconfianza por el futuro de los niños. “El mundo tiene sobrepoblación; puede que tener hijos no sea la idea más brillante”. No tiene fe en el futuro de la humanidad, como no la tiene en la religión, ni en la política de partidos. Sobre el matrimonio destaca la importancia de la fiesta de bodas, pero teme que una pareja no le dé “libertad para disfrutar su vida”. Creció en una familia con padres separados. Su papá se “da el lujo de decir no a la manutención”. Su madre lleva toda la responsabilidad.

“La relación con mi padre es estable, no soy hija de papi”. De su padre sabe poco, esta carencia ha generado un “vacío de atención y afecto” que ha superado con terapia.

Mara

Diseñadora

Estereotipo en tiempos de precariedad
Estereotipo en tiempos de precariedad

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#Inseguridad

Pilar se define como “afortunada”. Sus dos hijos, menores de tres años, son cuidados en una estancia infantil subrogada del IMSS, gratuita. Reside en una metrópoli, en un departamento ubicado en una zona de clase media alta. Puede recoger a sus hijos y llevarlos a comer a casa, en donde los espera su empleada doméstica. La mayoría de las mujeres que trabajan en su empresa bancaria estatal deben dejar a sus hijas e hijos de 7:00 a 19:00 horas en la estancia infantil, debido a las distancias que impone la ciudad y a la falta de recursos para contratar a alguien que los cuide.

Es abogada, tiene 12 años en el sector bancario público y privado; hoy es subdirectora jurídica. No obstante su avance profesional a corta edad, ha vivido discriminación por ser mujer: en la banca privada fue candidata ideal para ocupar un puesto de mayor responsabilidad, pero éste fue dado a un hombre sin experiencia ni conocimientos óptimos. Pilar tiene presencia ejecutiva, viste saco y zapatillas de tacón mediano; usa el pelo largo y maquillaje discreto. Estuvo en un colegio de paga desde preescolar hasta preparatoria. Cursó la licenciatura en una universidad privada.

Pilar tiene cinco años de casada, cree en el matrimonio para toda la vida. Sus amigas de la universidad se han divorciado o son madres solteras. La gran mayoría trabaja fuera del hogar. Es católica aunque profesa la fe “a su manera”. No va a misa los domingos pero se casó por la iglesia y sus hijos están bautizados. Ella cree en el apoyo entre mujeres, como una manera de “conquistar derechos” y es parte de una asociación de abogadas.

Esta capitalina usa un smartphone para tomar llamadas con “hands free”, ve correos electrónicos, navega por la ciudad, se comunica, usa transporte seguro y está pendiente de sus hijos. La inseguridad es lo que más le preocupa, teme salir con sus hijos o a cenar. Es escéptica del régimen político. Ha decidido votar por una coalición de derecha. Las candidaturas independientes no la convencen: “para gobernar necesitas un aparato. Un independiente no tendría representación en el Congreso”.

Pilar

Abogada

Estereotipo en tiempos de precariedad
Estereotipo en tiempos de precariedad

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#No todo son las tribus urbanas

La piel morena de Angélica contrasta con el blanco reluciente de su iPhone 8, en él habla melosa con su novio que se encuentra en algún lugar desconocido de California. Ella nació y creció hace 30 años en una pequeña comunidad de poco más de 3 mil habitantes, en donde, según el INEGI, apenas el 10% de las viviendas tiene computadora personal, aunque también vivió un par de años en Las Vegas, lo que le gustaba de allí eran las luces y sus noches coloridas pero la sobrevivencia no fue fácil. Al inicio nadie quería contratarla por ser menor de edad luego, consiguió trabajar limpiando casinos y casas. “Como éste no me encuentro otro”, dice orgullosa del hombre con el que habla por teléfono y que le regaló el celular que “ni en sueños podría haberse comprado”; se conocieron por Facebook. Nunca se imaginó que enviar una solicitud de amistad a un joven de “buen ver”, le traería la sensación de “renacer”.

En el amor no todo ha sido color de rosa para Angélica, se casó a los 16 años con un hombre 12 años mayor. En su pueblo las mujeres de su generación se casaron siendo menores de edad con hombres maduros y en el mejor de los casos, terminaron la secundaria. En su relación las cosas marcharon bien un par de años, pero la imposibilidad de un embarazo la dañó, fue hasta los 10 años de matrimonio que logró quedar embarazada. El padre no fue su esposo, su deseo de ser madre la llevó a buscar otro hombre. La crianza de los primeros años de su pequeña fue al lado de su marido, quien falleció a causa de la diabetes, mal que también la afecta a ella desde que gestaba a su bebé. “Aceptó a mi hija pero me recriminaba todo el tiempo que no era suya, en el embarazo me golpeó dos veces” cuenta esta joven que, acorde a su edad, sería una millennial.

Ser madre era su más grande anhelo. Hoy su hija tiene cuatro años y utiliza el iPhone con mayor destreza que ella, quien sólo lo usa para hablar por WhatsApp con esa pareja al otro lado de la frontera, a quien no conoce en persona pero de quien dice estar enamorada. Atesora su teléfono celular porque es su medio de comunicación con el mundo, ese mundo que está construyendo como alternativa a una vida de esfuerzo en la que tiene que trabajar limpiando casas por $150.00 diarios, sin seguridad social. Angélica no se preocupa por su vejez, sabe que en su entorno la familia es el único medio de sobrevivencia, del gobierno nunca ha recibido programa social alguno.

El esfuerzo cotidiano con que Angélica se gana la vida la ha hecho escéptica de “falsas esperanzas” como la política electoral. “Ayudan a quien más tiene y a quienes no tenemos nada no nos tocan apoyos”, dice molesta mientras recuerda que aunque los partidos compitan, en su pueblo siempre gana el PRI. La fe que Angélica profesa es a San Juditas y la Virgen de Guadalupe, cuenta que en los peores momentos, saliendo de trabajar tumbando caña o cortando chile, ha peregrinado por San Juditas. Esta joven que forma parte del 23% de mujeres que viven en el medio rural en México, “un medio difícil para las mujeres” y añade: “Mi papá fue machista, espero que a mi hija le toque un mundo con menos machismo”, dice sin conocimiento del feminismo ni ninguna otra causa social.

Angélica

Empleada doméstica

Estereotipo en tiempos de precariedad
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