Norma Meza es la primera mujer indígena que ocupa un puesto en una oficina de gobierno, en el municipio de Tecate, Baja California. Tiene 52 años y 39 años de haber aprendido a hablar español. Al mes que su madre vendió unas gallinas para comprarle zapatos y mandarla a la escuela ya había aprendido “mocho, pero aprendí [español]”. Explica que ellos vienen de la familia “Dumas” y que su apellido es “Mescuich”, que significa: “Lo que no se rompe”. El “Mes” lo interpreta como una negación y el “cuich”, explica, es el sonido que se hace cuando algo se quiebra. Son los que no se rompen, los inquebrantables.

Desde su oficina de coordinación de Asuntos Indígenas, se ha dedicado en las últimas semanas a encontrar las raíces kumiay. En una hoja blanca tamaño doble carta tiene una línea vertical donde se desprenden los apellidos de las personas kumiay que ya murieron. “Nosotros éramos una nación. Estamos peleando la doble nacionalidad. Cuando cerraron la línea nos quedamos de este lado. Antes cruzábamos. Éramos nación Kumiay”, explica con el puño tocando su escritorio y una voz dura que contrasta con su sonrisa. Su esposo, mestizo, la acusa de ser “coqueta”, ella dice que así son las mujeres kumiay, nunca las van a ver tristes.

También dice que “mujer kumiay que no es gorda es porque debe de pasar mucha hambre”. Camina por la plaza central de Tecate, afuera del palacio municipal que un día intentó ocupar y afirma que los “mexicanos” y ella son muy diferentes. “Si yo digo que es café, es café. Si usted me dice que es gris, yo le voy a decir que es café. No puedo cambiar mis ideas ni por mil pesos”. A ella le enseñaron a caminar en la arena caliente, a tomar poca agua porque nunca tendrá suficiente y durante los primeros años de su vida durmió en casas hechas de ramas. No se siente una líder, sino una persona interesada en mantener los usos y costumbres de su pueblo.

“Cuando muere nuestra madre ya miramos que no teníamos con quién platicar el kumiay. Dejamos perder la lengua porque mandamos a los hijos a la escuela, salimos afuera. No lo pensamos. Nos pusimos una meta: enseñar a los nietos”.

La mujer kumiay lucha por todo. Por el territorio, la lengua y educar a los hijos. Enseñarles tradiciones, pelear por el territorio porque “un indígena sin territorio no es nadie”. Las hermanas Meza, Emilia, Yolanda, Norma y Aurora, son reconocidas en su comunidad por buscar mantener las costumbres y su lucha por conservar sus tierras. En 2006 los zapatistas, encabezados por el Sub comandante Marcos, viajaron a territorio kumiay con la idea de encontrar solución a las invasiones de empresas en su territorio.

En esos días, las zapatistas se sorprendían por ver a mujeres dirigiendo la defensa de sus tierras en Tecate. Se cuenta que algunos líderes, hombres, zapatistas, decían a manera de broma que no se juntaran tanto con las kumiay para que no se “malacostumbraran”. Ellas les enseñaron que las mujeres y los hombres nacieron iguales y que ellas no deben de ir atrás de los hombres: “Somos fuertes y no nos dejamos”. Hacemos de todo, hasta el trabajo de los hombres. Somos libres”, expresa Yolanda Meza, quien año con año viaja a San Cristobal de las Casas, Chiapas, para la reunión del Congreso Nacional Indígena. “A los niños les enseño que no se deben de dejar y cómo fuimos despojados. Qué tienen que hacer, cómo. Si nos dejamos, ya no estaríamos aquí. Aunque bien arrinconados, aquí seguimos”.

Ella entiende su apellido, “Mescuich”, de diferente manera: “Es algo que se resiste, se rebela. Que no es fácil de doblegar”. Desde la muerte de su hermana Aurora, hace unos meses, el tiempo corre lento para ella. Dedica los días a la recolección de frutos, hierbas o semillas, depende de la temporada. En su casa están los nietos y su hijo más pequeño, menor de 10 años, que se llevan como hermanos. Piensa que las mujeres son fuertes porque así fueron sus antepasadas, también porque si ellas mismas no se defienden nadie más lo hará. Arrinconadas, pero ahí siguen.

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