Antes de la inauguración del Metro, a finales de los 60, en la capital surgió la “Unión de Taxistas Reforma y Ramales, A.C.”, una organización que tenía la “exclusividad” sobre el servicio de los taxis colectivos denominados peseros de la ruta Diana-La Villa, sobre el Paseo de la Reforma.

Este medio de transporte era completamente diferente a lo que ahora conocemos como pesero, en ese entonces eran vehículos de cuatro puertas de los llamados lanchas, eran amplios, marca Ford o Dodge con motores de 8 cilindros, donde cabían de siete a 10 personas o más. Cobraban un peso por viaje, de ahí el mote. Se originaron por dos motivos: los capitalinos empezaron a adquirir automóviles particulares y el transporte público era insuficiente para la ciudad. Por ello, algunos dueños de autos empezaron a brindar el servicio de transporte colectivo alterno al que ya existía, y el gobierno al saberse rebasado por la demanda de transporte que había, les otorgó el permiso.

Una vez efectuado el pago de una cuota, los choferes recibían una cartulina con el nombre de la ruta que colocaban en el parabrisas. La mayoría de los peseros daban servicio de terminal a terminal, pero también algunos hacían paradas.

“¡Claro que los recuerdo! Poco tiempo después aparecieron las combis. Subirte a los peseros originales era como ganar la promoción del auto-sardina. Recuerdo que las puertas eran algo pesadas y uno se iba acomodando según donde bajaba”, comentó un señor en el paradero del metro Villa de Cortés, de la línea 2 del Metro.

De acuerdo con la página oficial de la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México, los peseros empezaron operaciones en 1968 sin un itinerario fijo y al ser un “éxito”, sus servicios “se extendieron hasta conformar 103 rutas y 14 mil 377 unidades”. Por varios años, las lanchas operaron como rutas ajenas al gobierno, por eso las rutas se multiplicaron.

A partir de los años 70, las autoridades quisieron implementar orden en las rutas de transporte público, por lo que pidieron a las organizaciones que dieran el mantenimiento adecuado a sus unidades; algunas acataron, otras no. Por ello, en 1975 entraron al escenario los camiones conocidos como delfines, con capacidad para 70 pasajeros. También llegó el metro. Para 1981, el gobierno capitalino decidió retirar toda concesión a particulares y creó la Ruta 100. A pesar de que esa iniciativa sigue siendo considerada como la mejor red de transporte público que ha tenido la capital, la corrupción provocó su caída y su desaparición. Sin embargo, las lanchas siguieron prestando el servicio de forma paralela hasta que en 1986 las reconocieron e integraron oficialmente como parte de su transporte público.

José Luis Luege, en su artículo “Combis y Ruta 100” explica que “en unos cuantos meses y ante la absoluta nulidad de la autoridad, los taxistas se organizaron por rutas de permisionarios y fueron gradualmente cambiando los taxis por vehículos de mayor capacidad que eran las ‘tipo van’. En ese entonces en México solo se podía importar legalmente la ‘combi’”. Así, las combis se convirtieron en uno de los principales transportes.

En los años 90, Manuel Camacho Solís se propuso eliminar las combis para disminuir el número de vehículos en la ciudad y con ello la contaminación. La solución: poner camiones con mayor capacidad; las actuales peseras o microbuses.

Los “micros” no pudieron sustituir a todas las combis.

El legado. En la actualidad hay varios medios de transporte que se asemejan al funcionamiento de las lanchas; sin embargo, los más similares siguen siendo las combis, microbuses y los taxis colectivos.

De acuerdo con varios usuarios, las combis se dividen en “viejitas” y nuevas; es decir, las auténticas combis marca Volkswagen y las que son tipo “van”. En las primeras caben alrededor de 14 personas incluyendo al chofer, y en las otras entre 18 o 19. Un joven nos dijo que sentía que era un transporte sumamente inseguro, por la forma de conducir del chofer, porque son incómodas, por el espacio, y porque ninguno de los asientos cuenta con un cinturón.

La comodidad y seguridad tampoco distingue a los microbuses, que suelen sobrepasar su capacidad máxima de pasajeros. Aunque operan bajo rutas diferentes, ambos tipos de unidades infringen repetitivamente las normas de tránsito.

Se podría considerar que los taxis colectivos son los “descendientes” directos de las lanchas. Como los llamados “taxis de la muerte”, por su forma agresiva de manejar. Otro simil podría ser el servicio de Uber Pool.

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