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Algo tan común como ir a la escuela es un reto para las niñas que viven en pobreza extrema y están pasando por su periodo menstrual. Las jóvenes faltan a clases por miedo a ensuciar su ropa, a veces porque su pobreza les impide comprar productos de higiene íntima, o bien porque en su escuela no hay un baño cerrado donde puedan asearse durante su menstruación.

En localidades de Chiapas, Oaxaca, y la Huasteca Potosina (San Luis Potosí) es común que las personas no cuenten con sanitarios, agudizando el problema de la higiene menstrual en jovencitas, en palabras de Lorena Vázquez Ordaz, directora ejecutiva de The Hunger Project México.

En el Día Internacional de la Higiene Menstrual informó que “en las comunidades rurales, el hecho de que las niñas vayan a la escuela ya es un gran avance. Pero una vez que logran ir a la escuela, no cuentan con una infraestructura básica de saneamiento. Tienen letrinas, que normalmente sólo son un hoyo”, dice. “Las niñas no sólo no van a la escuela por miedo a mancharse, sino por no contar con las instalaciones adecuadas que les pemitan tener un espacio exclusivo para ellas y que les permitan tener una adecuada higiene menstrual".

Ante esta situación, The Hunger Project México ha trabajado en Catishtic, una localidad de San Juan Chamula, Chiapas, para enseñarle a las mujeres a construir baños con regadera y puerta para que puedan limpiarse.

En Chiapas, tres de cada 10 personas viven en pobreza extrema, según el último informe Medición de la Pobreza, del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

En este proyecto las jóvenes aprendieron diferentes métodos de construcción y estilos de instalaciones sanitarias a las que ellas podrían acceder. Ellas diseñaron su propio baño, seguro y apto para atender sus necesidades.

“Las niñas entendieron que no tienen que depender de nadie más para resolver un problema que les es tan vital, como la higiene íntima.

“En ese lugar y otros municipios hemos encontrado que se defeca al aire libre, a pesar de que los gobiernos estatal y federal les ha dado letrinas o baños. Ahora con la Cruzada [Contra el Hambre], repartieron cabinas redondas que funcionan con un hoyo que se hace en la tierra y no les explicaron cómo manejar los residuos. La gente ni los usa, se vuelven muebles”, lamenta.

Vázquez Ordaz enfatiza que al momento de hacer políticas públicas, quienes toman las decisiones en su mayoría son hombres y no consideran estos temas “y les regalan estos armatostes [los baños] que no sirven para nada”. También señala que en México hacen falta estadísticas con perspectiva de género, y que el Inegi ya está recolectando.

La directora de esa ONG comenta que en las visitas a comunidades marginadas han encontrado casos de jóvenes que fueron víctimas de abuso sexual durante el trayecto para ir al baño. Como las letrinas están fuera de la casa, las adolescentes tienen que salir durante la noche y sufren ataques.

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