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Nueva York.— A Joaquín Guzmán Loera los túneles le han servido para transportar y enviar droga, para esconder narcóticos e incluso para escapar de la cárcel. Ahora, un pasadizo subterráneo podría servirle para llevarlo ante el jurado que puede condenarlo hasta a cadena perpetua por 17 delitos en una corte de Estados Unidos.

Túnel, en el mundo del narcotráfico, es casi sinónimo de El Chapo. La frontera entre México y Estados Unidos está perforada por pasadizos bajo tierra, obras de ingeniería creadas para el tráfico de drogas y que, antaño, sirvieron a Guzmán para ganarse el apodo de El Rápido.

Otro túnel le elevó a la leyenda: el que le sirvió para escapar, el 11 de julio de 2015, de la prisión de máxima seguridad de El Altiplano. Acostumbrado a moverse bajo tierra, El Chapo podría hacer de un túnel su segundo hogar.

Sus abogados, Eduardo Balarezo y William Purpura, podrían hacer que eso fuera realidad. Desde hace semanas están solicitando al juez un cambio de sede del juicio: pasarlo de Brooklyn a Manhattan, evitandotraslados innecesarios y manteniendo todo el resto de elementos: juez, fiscales, jurado, acusaciones. Todo excepto el transporte.

“La corte en Manhattan está al ladito de la cárcel”, justificó Balarezo. Tan cerca que incluso hay un pasillo, a 12 metros bajo tierra, que conecta los dos edificios.

Según The New York Times, son poco más de 60 metros a los que se accede en ascensor. El reo, encadenado de pies y manos, camina custodiado por policías armados. Otros oficiales vigilan el trayecto de forma remota, en el que no hay salidas intermedias y que sólo se abre con puertas electrónicas. Las opciones de escapar por su medio favorito parecen remotas.

El juez del caso, Brian Cogan, aceptó considerar el cambio de sede, aunque todavía no ha tomado una decisión.

Para la defensa, es evidente que el cambio de sede favorecería a todo el mundo y justifica su petición por la imagen que se da de El Chapo de hombre peligroso que, en su opinión, deja en una opción remota la posibilidad de un juicio justo sin prejuicios.

“¿Quieren ver el circo?”, preguntó Balarezo a los periodistas. Un helicóptero de la policía hacía varios minutos que torpedeaba con el ruido de las hélices sus declaraciones a la prensa tras la última audiencia judicial. Era la oportunidad perfecta para que los múltiples reporteros que cubren el caso vieran de primera mano el espectáculo que se crea cada vez que hay que transportarlo de la corte a la cárcel.

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